Por Daniel Bargalló;
Hay una disciplina que está experimentando un auténtico renacer. Me refiero al mundo del cómic. Tradicionalmente, las historietas eran cosas de niños. La primera gran expansión se produjo tras la Segunda Guerra Mundial y se ponían de moda los cómics sobre hazañas bélicas y héroes de carne y hueso. Sin embargo, un poquito antes del gran conflicto bélico, en 1938, había nacido el primer superhéroe. Se trataba nada más y nada menos que de Superman. Con el tiempo este tipo de historieta sería la que obtuviese más éxito entre la juventud. Así fue cómo las grandes colecciones de superhéroes aparecieron en las estanterías. A finales de los 60 y principios de los 70 parecía que la temática superheroica estaba algo agotada y el cómic comenzó a difundirse también entre un público más adulto.
Así llegamos a los años 80 en los que fundamentalmente gracias a dos mangas: Akira y Dragon Ball la historieta japonesa irrumpe con fuerza en occidente. A partir de entonces el manga fue ganando más y más adeptos, sobretodo entre la juventud, mientras que el cómic occidental perdía un poco de terreno. El hecho de estar ligado, por un lado a la gente más joven y por otro a corrientes underground lo dejaba apartado del gran público. Sin embargo con el despertar del nuevo siglo el cómic es visto casi como un arte y empieza a ser más ampliamente difundido. Ya podemos encontrar cómic en librerías no especializadas, y algunos títulos se ven como clásicos que no pueden faltar en una estantería. Y este ha sido el último gran triunfo del cómic, por lo cual ha podido expandirse a todas las capas de población. El cómic hoy día habla de todo y de todas las formas posibles. Se ha puesto de moda como un elemento clave en la cultura actual.
