Somos mujeres rurales

Más allá de las cifras y de los informes están las personas, las mujeres rurales de carne y hueso, esas que somos parte del cambio.

Las mañanas en casa de Jeanie, a la que muchos en el pueblo llaman Juanita, están resultando especialmente silenciosas este mes de octubre. La sequía y el calor anormal a estas alturas del otoño se están haciendo notar en el número de visitantes en el hotel, algo que ella achaca también al Brexit y a la bajada de la libra esterlina respecto al euro. Es cierto que una gran mayoría de los turistas que pasan por estas habitaciones, por encima del 80%, son ingleses. El otro 20% se reparte entre viajeros de otras nacionalidades, incluidos los españoles que en esta época del año suelen venir de las ciudades más próximas, especialmente Huelva y Sevilla, para disfrutar de la temporada de las setas y las castañas.

De todas formas, como dice la propia Jeanie, “una ya es vieja para torturarse por los vaivenes de la vida”. Hace más de veinte años que llegó a la sierra de Huelva en busca de una existencia más sencilla, buscando un punto de equilibrio entre el paisaje que le rodea y su forma de vivir el día a día, algo que en realidad ella ha perseguido toda la vida, en cada uno de los lugares que ha habitado, desde la ciudad danesa de Esbjerg, pasando por Estambul, Hong Kong, Madrid y Sevilla. “No nos vamos a venir ahora abajo por un par de meses de incertidumbre. Una tiene que adaptarse a los cambios según vienen y mirar de frente hacia lo que está por venir.”

Como otros propietarios de alojamientos rurales, Jeanie colabora con algunas empresas turísticas, internacionales, nacionales y locales. Desde hace algunos meses ha empezado a trabajar con Vanessa, quien organiza viajes y actividades para grupos en el entorno serrano relacionados con el senderismo y la gastronomía de los pueblos, asociándose tanto con hoteles y casas rurales como con los restaurantes y bares de la zona.

Jeanie trabaja cada día para que su hotel resulte más alegre y confortable. Hay que esmerarse en la cocina y hacer el pan y tejer pequeños y coloridos tapices que continuamente van renovando los espacios. Mostrarse al mundo también es esencial, posicionarse y hacerse más visible tanto en las redes sociales de internet como en su entorno más cercano, ya sea en la plaza del pueblo o en los eventos y las fiestas vecinales. Jeanie habla de un libro que está releyendo estos días, Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, en el que una mujer que regenta un pequeño hotel se va encerrando en sí misma, resignada a la vejez y a la decadencia de todo lo que le rodea. “Pero esto no me va a pasar a mi”, dice mientras se acerca a la puerta para recibir a Marta.

“¡Flores!”, exclama contenta Jeanie cuando vuelve a la cocina. Marta ha estado viniendo estos días para hacer algunas mejoras en el patio y en el jardín. Esta tarde llega un grupo de senderistas que ha organizado Vanessa. Jeanie quiere que todas las habitaciones luzcan un detalle floral mediterráneo. Marta ha confeccionado ramos y centros con plantas autóctonas y crisantemos.

Cerca ya de las doce llega Matilde cargada con una caja de huevos y un cubo de hortalizas. “Como el verano se alarga, todavía estamos con los pimientos y las berenjenas,” dice la mujer, que se ha levantado temprano para ir a cuidar las gallinas y trabajar en la huerta con su marido. Matilde nació en el pueblo de al lado, a sólo cinco kilómetros de distancia, y se vino a vivir aquí después de casarse. Aparentemente, Jeanie y Matilde han llevado unas vidas muy distintas. Sin embargo, ambas son mujeres rurales.

Yo soy madrileña de nacimiento y he vivido casi toda mi vida en la ciudad. Hace unos años me vine a vivir a este pueblo de menos de trescientos habitantes y eso también me convierte en mujer rural, como todas mis amigas aquí, procedentes de distintos lugares, quienes, por diferentes motivos, también llegaron para quedarse en algún momento de sus vidas. Somos mujeres rurales orgullosas de serlo. Por eso me sorprende encontrarme con otras mujeres a las que les ocurre lo contrario, mujeres que viven en poblaciones de menos de 10.000 habitantes y no se sienten rurales sino urbanas.

Esto puede deberse a que muchas personas asocian el término rural mayormente con las ocupaciones relacionadas con la agricultura o la ganadería y, en menor medida, con un reducido número de personas que trabajan en el sector terciario. Pero lo cierto es que el mundo agrícola no excluye a otros muchos trabajos que también se desarrollan en el entorno rural y que precisamente aquí toman un cariz muy distinto, determinado por las circunstancias particulares de los diversos pueblos y regiones.

Tanto las mujeres que, a pesar de las muchas barreras y de la sombra de la despoblación, no han renunciado a continuar sus vidas en la misma tierra en la que han nacido, como las que hemos llegado para quedarnos, tenemos muchos motivos para sentirnos orgullosas en este Día Internacional de la Mujer Rural 2017.

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  1. Me encanta , Marta! Yo también me siento muy orgullosa de haberme convertido en un mujer rural ❤, de hecho creo que es una de las suertes de mi vida!

    1. Hola Bea,
      Muchas gracias por tu comentario, me alegra que compartamos esa sensación de encontrar lo que una busca precisamente en el mundo rural.
      Un abrazo!

  2. Me encanta , Marta! Yo también me siento muy orgullosa de haberme convertido en un mujer rural ❤, de hecho creo que es una de las suertes de mi vida!

    1. Hola Bea,
      Muchas gracias por tu comentario, me alegra que compartamos esa sensación de encontrar lo que una busca precisamente en el mundo rural.
      Un abrazo!

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