El valor del aire limpio en las zonas rurales

¿Valoramos como se merece el hecho de disfrutar de un aire más limpio en las zonas rurales?

Esta mañana, mientras caminaba con mi hijo hacia el colegio por la calle que es quizás la más concurrida del pueblo, el olor del tubo de escape de una de las furgonetas que reparten el pan, nos ha hecho retroceder y dar un pequeño rodeo atravesando la plaza, que a esa hora temprana se encuentra despejada. Fuera de estos pequeños incidentes cotidianos, en la mayoría de los entornos rurales disfrutamos de un aire notablemente más limpio que en las ciudades.

Cuando bajamos a Sevilla, la ciudad más cercana, el aire contaminado se puede ver a simple vista si observamos, a medida que nos acercamos por la autovía de la Plata, una neblina sucia que amarillea el cielo de la ciudad, debido sobre todo al tráfico rodado. La climatología y la falta de lluvias no ayudan, especialmente en inviernos secos como el que estamos viviendo en todo el sur. Sabemos que las lluvias son esenciales para arrastrar las partículas en suspensión y los gases nocivos. Además, a este factor se une el fenómeno de la inversión térmica: el aire frío, más denso, se acumula en las capas inferiores mientras que el aire más cálido sube impidiendo que se mezclen las dos masas. Por este motivo, cuando nos situamos detrás de la furgoneta del pan en una fría mañana de invierno, el aroma irrespirable que despide el motor se hace todavía más patente.

Venenos invisibles

La OMS establece diferencias entre varias sustancias a la hora de evaluar los niveles de contaminación del aire y los efectos que pueden tener sobre la salud de las personas. Los principales componentes de la contaminación son el SO2, el O3, el NO2 y las partículas en suspensión, que resultan especialmente dañinas.

El SO2 o dióxido de azufre es un gas irritante e incoloro (no es, por tanto, el causante de la neblina sucia que se aprecia en el cielo de las ciudades), con un olor penetrante y fácilmente perceptible a partir de determinados niveles. Pasa directamente a través de las vías respiratorias al torrente sanguíneo y es el principal responsable de la lluvia ácida, ya que en presencia de humedad genera ácidos en forma de aerosoles. Es un veneno altamente nocivo para las personas (y el resto de los animales) aunque sus efectos son más acusados en las plantas: al introducirse en los tejidos vegetales produce necrosis foliar, relacionándose estrechamente con los daños en la vegetación y la pérdida de suelos.

Aunque también está presente en los gases emitidos por los motores de nuestros coches, la presencia de SO2 se debe mayormente a la actividad industrial. Puede parecer entonces que aquellos que vivimos en zonas rurales poco o nada industrializadas no deberíamos preocuparnos tanto por la presencia de este veneno. Sin embargo, el SO2 se emplea, gracias a sus propiedades conservantes y antibacterianas, como un aditivo alimentario muy común en una gran cantidad de alimentos y bebidas: vinos, cervezas, zumos, caramelos y productos derivados del huevo. En la industria alimentaria se conoce simplemente como E220, pasando a formar parte de la larga lista de ingredientes cifrados que la mayoría de las personas no identificamos fácilmente. Sus efectos en la salud humana son similares a los que puede tener en su estado gaseoso: en dosis bajas produce irritaciones en el tubo digestivo y hace inactiva la vitamina C; en grandes dosis, causa dolores de cabeza, náuseas, vómitos, alergias, problemas de asma y bronquitis crónica.

Otro de los componentes que la OMS tiene en cuenta para la evaluación de la calidad del aire es el ozono (O3), que si bien es un componente esencial en nuestra atmósfera, resulta enormemente dañino en las capas bajas: es lo que se conoce como ozono troposférico.Tiene un olor acre y normalmente es incoloro, a no ser que se encuentre en grandes concentraciones, cuando adquiere un tono azulado. Se trata de un contaminante secundario que se forma a partir de contaminantes precursores como el dióxido de nitrógeno.

El color del aire sucio

El dióxido de nitrógeno (NO2) es un compuesto gaseoso de color amarillento, fácilmente visible. De forma natural, a causa de los incendios forestales, la erupción de volcanes o la descomposición de nitratos, el volumen de NO2 generado es muchas veces menor que el que se produce debido a la actividad humana, particularmente a causa de la combustión de los motores diesel. Aunque es menos nocivo que el SO2, sus efectos sobre la salud humana no son nada desdeñables y es uno de los indicadores principales de la contaminación en las ciudades. Su presencia nunca puede pasar desapercibida.

El invierno en las zonas rurales también es el momento en el que tradicionalmente se queman los rastrojos y los restos de poda. Las columnas de humo amarillento que se divisan en el horizonte son un ejemplo de la presencia de NO2. Adicionalmente, unida a la inveterada costumbre de servirse del fuego para la limpieza de los campos y las huertas, no es raro que vayan a parar a las hogueras un buen montón de elementos inservibles, desde pedazos de muebles viejos recubiertos con barnices y pinturas hasta sacos y envases de plástico. Es probable que las hogueras de antaño no olieran tan mal como huelen algunas de las que hacen mis vecinos. Afortunadamente, el número y la frecuencia de estos fuegos resulta irrisorio si lo comparamos con la cantidad de NO2 que genera el tráfico de las ciudades, pero su presencia no deja de parecerme un signo de descuido y de cierta inconsciencia.

A causa de estas quemas imprudentes van a parar al aire una cantidad significativa de partículas en suspensión. Este tipo de contaminación es considerada como la más dañina de todas. Pequeñas partículas que se quedan flotando en la atmósfera, que no están disueltas ni son un gas, pero que pueden acumularse en nuestros pulmones y ser la causa de numerosas afecciones y enfermedades. Si consultamos en el siguiente enlace el “Mapa de la calidad del aire en tiempo real en España” nuestra zona rural ni siquiera es tenida en cuenta para la realización de mediciones:

Así que supongo que no deberíamos darle importancia por el tubo de escape de una furgoneta o la hoguera del vecino.

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