Preocuparse = Ocuparse ante de
Fijaros que cosa tan extraña, la palabra preocupación significa ocuparse, es decir responsabilizarnos para dar solución a un tema determinado que nos genera incertidumbre. Todo el mundo nos preocupamos y es algo normal, lo tóxico comienza cuando la preocupación está presente constantemente en nuestras vidas porque no sabemos ocuparnos de ella.
Decirnos a nosotros mismos “no te preocupes más”, no sirve de nada pues es necesario hacerse cargo de forma activa para cambiar la emoción que hay detrás de esos pensamientos de bloqueo que nos remitimos una y mil veces. Es importante empezar a solucionar ciertas cosillas para gestionar nuestras preocupaciones. ¿Qué tal si empezamos a trabajar?
Clasificar las preocupaciones
“Llegamos a la madurez con tan poca preparación para las presiones de la experiencia como un gusano de libro al que se le pidiera un ballet” David Sabury
Para empezar a quitarnos peso de encima, es necesario discriminar más claramente aquellas cosas que merecen una verdadera preocupación. Pero para ello es imprescindible ser honestos/as con nosotros mismos: ¿Quiéro dejar verdaderamente de preocuparme? ¿Qué beneficios tengo de estar preocupado/a todo el día? Si las respuestas os animan a seguir indagando para buscar una solución a esta situación, comparto algunos puntos que nos pueden dar información para clasificar aquellas situaciones que no valen la pena prestar demasiada atención:
- Lo que no tiene importancia: Preocupaciones pequeñas que ocupan espacio y tiempo y que en un período limitado desaparecerán. “¿Merece la pena seguir preocupado por esto? ¿Qué pasará de este asunto dentro de un año?”
- Lo improbable: Aquellas cosas que son poco probables que ocurran. “¿Qué información tengo que apoye esta teoría? ¿Del 1 al 10 cuánto de probable es que ocurra esto?”
- Lo incierto: Lo que aún no ha sucedido y no depende de nosotros. Nos preocupan aquellas cosas donde no tenemos rango de acción. “¿Puedo yo hacer algo por solucionar esto?
- Lo incontrolable: Aquello que se escapa a nuestro control. Por ejemplo: Envejecer. “Coopera con lo inevitable”
¿Cómo analizar y resolver preocupaciones?
Aquí no hay recetas mágicas, sólo el afán personal de hacer frente al miedo que nos generan ciertas situaciones y también nuestra capacidad de acción para poner fin a aquellas cosas que nos preocupan. Para poder gener una plan frente a nuestras preocupaciones, vamos a basarnos en el planteamiento básico del gran Aristóteles. Coge papel y lápiz y empieza a crear tu propio plan:
1.- Define con claridad tu preocupación: ¿Qué es lo que me preocupa? ¿Es verdad lo que me cuento?
2.- Obten todos los datos: Sin tener todos los datos estamos en riesgo de entrar en confusión. Esta parte es difícil porque nuestras emociones pueden interferir pero aquí un truco: piensa como si fueras recogiendo información para terceras personas cómo si eso no tuviera que ver contigo y escribe cada uno de los argumentos y datos sobre tu problema.
3.- Considera todos los hechos para llegar a una decisión: ¿Qué puedo hacer ante este asunto? Escribe en un papel las diferentes opciones que tienes para poder solucionar ese problema y elige aquella cuya argumentación veas más viable.
4.- Actúa: Señala una fecha de comienzo en tu calendario para llevar a cabo tu solución. No esperes mucho porque los bichos de nuestra mente son ágiles.
5.- Plan B: Si esto no funciona, hazte estas preguntas:
- ¿A qué tengo miedo?
- ¿Qué me está impidiendo lograrlo?
- ¿Qué necesito para conseguirlo?
- ¿Qué recursos tengo para conseguirlo?
- ¿En qué te beneficiará dejar a un lado ciertas preocupaciones?”.
Si aún así no funciona, escuchemos con atención al gran Ratatuille:
“El cambio es nuestra opción y se inicia cuando se decide”
Foto destacada: gratisography
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