La frase que da título a este post suena drástica, quizás hasta ofensiva: piensa en verde o muere. Seguro que a muchas personas les parece una amenaza que además evoca a cierta marca de bebidas a la que le tengo especial cariño, y no es porque me guste beberla, que también. El caso es que sí que es una amenaza, pero no es mía. Es una amenaza real del planeta.
Empresas verdes, economía verde, conciencias verdes, construcciones verdes, turismo verde… Parece que lo único que puede salvarnos de la autodestrucción es pensar en verde. A mí no me cabe la menor duda. Lo que pasa que en mi opinión pensar en verde no es ser ecologista, no sólo eso, es también y sobre todo ser persona, ser consciente, con pensamiento global y con sensibilización colectiva.
La Tierra hace ya tiempo que anda mandándonos señales. A mí personalmente me encanta cómo Macaco lo canta en su tema a la Madre Tierra: mamá reclama, se le apaga la llama, y esto no es de hoy.
Quizás sea por eso de que llevamos ya mucho tiempo con la amenaza sobre nuestra sociedad por lo que nos hemos acostumbrado. El Hombre en general es increíble para eso. Se acomoda en la incomodidad. Le cuesta tanto el cambio que lucha para mantener su status quo sin querer pensar en las consecuencias. Y aún menos si esas consecuencias son a largo plazo, más largo que la vida de una persona.
La oportunidad está en el empleo verde que genera actividades sostenibles
Uno de los principales motores económicos de cualquier sociedad es el trabajo y la creatividad emprendedora de los que buscan ganarse la vida. Por eso creo que hay que poner un foco especial en el empleo. El empleo verde por supuesto.
Pero no caigamos por favor en la simplicidad del adjetivo “verde”. El empleo verde es el empleo sostenible, y sostenible no sólo implica el mínimo impacto ambiental, también supone el máximo valor social y la máxima rentabilidad. Sólo así pervivirán las iniciativas empresariales que miren a largo plazo, y otra vez eso quiere decir más largo que la vida de una persona.
La Organización Internacional del Trabajo y las Naciones Unidas se han parado a definir el concepto de empleo verde. Es aquel que “reduce el impacto ambiental de las empresas y los sectores económicos hasta alcanzar niveles sostenibles”. Eso mismo, sostenibles. Y si son empresas, por su primera exigencia legal deben ser también rentables.
Así es que el empleo verde implica muchas más cosas que ecología o preocupación ambiental. Implica dignidad del trabajo de las personas, e implica esa conciencia global y esa sensibilización colectiva a largo plazo de las que hablábamos al principio de este artículo.
Dejemos de pensar que los oficios verdes son sólo los relacionados con la naturaleza o los residuos. Es un oficio verde cualquier servicio destinado a hacer sostenible una actividad económica. Cualquier actividad económica.
Así que más allá de la gestión de recursos naturales o residuos, más allá de la producción ecológica de alimentos o de energías renovables, más allá del turismo rural y otras actividades ya reconocidas como empleo verde hay otro enorme nicho de empleo sostenible en actividades que empiezan a cobrar cada vez más fuerza, y menos mal. Ahí está la rehabilitación energética de edificios, la construcción consecuente, la aplicación de nuevas tecnologías a labores tradicionales, la movilidad sostenible, la formación en valores, la consultoría en Responsabilidad Social Corporativa como estrategia de rentabilidad… Todo el empleo debe ser verde o mal lo llevamos.
Pensar en verde es pensar en plural, a largo plazo, muy a largo plazo, mucho más que el plazo de tu vida. Hazlo por tus hijos, y si no los tienes, hazlo por los míos. Gracias.