Emprender es duro, sobre todo al principio. Ya está bien de paños calientes poniendo la pasión, el disfrute o la satisfacción profesional como excusas para no decir más claro lo durísimo que es poner en marcha tu propio proyecto contra viento y marea. Y yo creo que una de las sensaciones más duras que viven los emprendedores en las primeras etapas, que además incide directamente en la supervivencia del proyecto en mi opinión, es la profunda soledad.
La soledad del emprendedor tiene varias fuentes. Son situaciones comunes por las que suelen pasar las personas que deciden ponerse sus propios objetivos y diseñar su vida con un proyecto propio.
Lo primero que suele ocurrir es que nos damos de alta como Autónomos y de pronto todo, absolutamente todo, depende de nosotros. Y depende además en el sentido más estricto de su significado: si tú no lo haces nadie lo hace. Así que te conviertes en una persona multitarea con incontables y muy diversos frentes abiertos, de distinto alcance y de los que no siempre tienes mucho conocimiento. ¿Os suena esto? Te sientes muy muy solo, sin tiempo para casi nada y seguramente superado o superada por las circunstancias.
También suele ocurrir que el miedo escénico se haga notar en algún momento. Ese miedo es el que nos atropella cuando miramos al futuro con inseguridad y que a veces coincide con el cierre de los trimestres económicos. Porque emprender no tiene una nómica mensual estable ni, muchísimo menos, fija, así que la incertidumbre corroe nuestra seguridad y socaba la más firme de las pasiones con una sensación de vacío estomacal que a veces es suficiente para que las dudas ganen la partida y terminemos desistiendo. Ese vacío estomacal es la soledad más profunda de la que hablaba al principio de este post, la de verse absolutamente solo ante el peligro.
Otro mal endémico del emprendimiento es la tendencia a compararse. No sólo eso, también tendemos a compararnos para darnos “caña”. Esto quiere decir que vamos a constatar sin ninguna duda que todo el mundo en LinkedIn, en Facebook, en Twitter o en cualquier red social o evento presencial, lo hace mejor que tú y tiene más éxito en menos tiempo. ¡Con la prisa que tú tienes! No hay nada más efectivo para alimentar la sensación de soledad que compararnos y hacer juicios destructivos sobre nosotros mismos, o tener mucha prisa.
Podríamos seguir identificando sensaciones debilitantes que son comunes a casi todos los valientes emprendedores que deciden apostar por ellos mismos y regalarle a este país el valioso obsequio de su creatividad, su esfuerzo y sus impuestos. Y precisamente eso, que las sensaciones sean las mismas, es la primera gran ventaja y una prueba de que, en realidad, los emprendedores no están solos: ¡nos tenemos unos a otros!
Así que hagamos un firme propósito de enmienda y evitemos la demoledora sensación de soledad con estas sencillas acciones:
- No te juzgues, y no te compares. Colabora con otros emprendedores, crea tu red de colaboradores habituales, sal de tu despacho o de tu habitación (donde sea que tengas tu lugar de trabajo) para asistir a eventos de tu sector donde estar al día de cómo evolucionan los temas a los que te dedicas. Rodéate de personas como tú y comparte con generosidad.
- Deja de hacerte el Superman o la Superwoman. Date tiempo y mide bien tus objetivos, pero poco a poco ve identificando qué puedes ir delegando en otros profesionales o pequeñas empresas proveedoras. Y pregunta todo lo que necesites preguntar, que el más necio no es el que muestra su desconocimiento, sino el que lo esconde.
- Y cuando el día a día, o la crudeza de una situación concreta te hagan dudar de tu proyecto, pregúntate: ¿Para qué hago lo que hago? Y céntrate de nuevo en aquello que quieres aportar al mundo. No en QUÉ tienes que hacer para conseguirlo; no en CÓMO lo debes hacer; céntrate en el PARA QUÉ lo haces, y seguramente encontrarás fuerzas renovadas para superar ese momento.
Dicen las estadísticas que de cada 10 proyectos empresariales que se ponen en marcha, sólo 2 o 3 resisten el primer año. En 2016, por primera vez en mucho tiempo, cerraron menos empresas de las que habían abierto. A esto los expertos lo llaman acabar con un stock de empresas positivo. Lo llamemos como lo llamemos parece un significativo síntoma de que los emprendedores superan cada vez mejor la sensación de soledad profunda. Habrá que ver si ese dato se mantiene en positivo en 2017.