Con esta frase viral encontrada algunas veces en mis paseos por las redes sociales, terminaba este domingo mi artículo semanal en el diario Huelva Información “La proactividad, eje indispensable de la Responsabilidad Social”. Escribía sobre la relación biunívoca que existe entre Responsabilidad Social y proactividad desde la mismísima definición de estos dos conceptos fundamentales para el futuro de nuestro mundo.
La proactividad es la cualidad de los individuos u organizaciones que “toman activamente el control y deciden qué hacer en cada momento, anticipándose a los acontecimientos“. Eso dice la Real Academia Española. ¿Acaso no es eso lo que consiguen las empresas que deciden escuchar a su entorno y tener en cuenta las necesidades de sus públicos de interés para generar rentabilidad y resistencia para sus negocios garantizando la sostenibilidad global? Esto es Responsabilidad Social Corporativa.
Así es que la proactividad es el eje de la Responsabilidad Social, y la responsabilidad lo es de la proactividad. Y me refiero a la responsabilidad desde su sentido más básico.
¿Diferenciamos responsabilidad de culpabilidad?
Responsable no es culpable, a pesar de que a fuerza de usar la palabra responsable con ese sentido hayamos deformado el significado del término. La responsabilidad no es esa pesada carga que lleva sobre los hombros el que la tiene. La responsabilidad es simplemente la capacidad de decidir qué hacer en cada situación a la que nos enfrentamos, y hacerlo bien, de forma adaptativa que se denomina, o lo que es lo mismo, de forma que sirva para mejorar o sobrevivir.
La responsabilidad está tan relacionada con la proactividad, que sin la segunda la primera se descafeína. Pongamos un ejemplo práctico para verlo, y ambientemos ese ejemplo en el entorno rural, al fin y al cabo este post se publica en la web de una empresa con una Responsabilidad Social muy clara y muy necesaria: evitar el abandono de los pueblos, evitar el abandono del medio rural.
Imagina por favor que vas por el campo, dando un paseo de domingo, tú que normalmente vives en el entorno urbano, o tú que decidiste quedarte en el pueblo. Da igual. Vas por el campo paseando y ves al borde del camino una botella de cristal. Está así como gastada, se nota que lleva mucho tiempo ahí, sometida a días y días de sol y lluvia. Ya no tiene etiquetas que la identifiquen, se ha convertido en su desecho anónimo e inequívocamente humano que no sirve para nada, para nada más que para hacer efecto lupa y provocar un incendio.
Párate en tu imaginación delante de la botella, o en tu recuerdo -que seguro que alguna vez has visto alguna- y hazte esta pregunta, ¿quién es el responsable de que la botella esté ahí?
Lo que emocionalmente nos sale en primera instancia es responder que el responsable es la persona o personas que la dejaron ahí. Pero no es verdad. Podríamos pensar también que la responsable es la falta de educación, o la falta de sensibilización ambiental de la sociedad, o el desconocimiento general de las consecuencias que una inocente botella de cristal puede provocar en nuestro valioso y vital entorno natural. Tampoco esto es cierto. Si seguimos buscando responsables desde ese punto de vista, podríamos incluso llegar a considerar responsable a la ineficacia de las políticas de mantenimiento y limpieza forestal o de la prevención contra incendios. Y seguirá siendo una equivocación. Porque todas las posibilidades descritas hasta ahora se derivan de considerar la responsabilidad como culpabilidad.
Seguramente en este punto del post, en una web como ésta, seguida por personas normalmente con un mayor nivel de conciencia global y más sensibilizadas con la sostenibilidad, ya muchos lectores habrán concluido quién es el verdadero responsable de que la botella esté ahí. El responsable soy yo, eres tú, si no te acercas y la recoges para tirarla donde sea tratada como lo que es, un residuo de cristal que hasta podría llegar a servir de nuevo.
Por eso la proactividad es el motor de la responsabilidad. Y por eso la frase que da título a este post tiene sentido. Porque no somos culpables de que las cosas sean como son, pero sí somos responsables del cambio.
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Estoy totalmente de acuerdo como la responsabilidad es un concepto mucho más amplio que la culpabilidad, pero no se puede negar que la culpabilidad es un elemento detonante de dicha situación. La RSC no nace por mero altruismo de las empresas, si no como compensación a los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, la población, el medioambiente y la sociedad en general (así la define el Observatorio de la RSC). Por lo tanto, en el terreno que conlleva a las personas jurídicas al menos, la culpabilidad juega un papel crucial al no contar con un sistema ético ni de valores intrínseco que guíe su actuación. Si no asignáramos un culpable, la responsabilidad de diluiría. Aún así, como bien las personas debemos ser los y las que asumamos nuestra responsabilidad sea directa o no y la exijamos a los demás actores. ¡Buena reflexión!
¡Gracias por tu comentario! Totalmente de acuerdo contigo en la importancia de tener en cuenta la culpabilidad, sobre todo en el caso de las personas jurídicas, aunque personalmente huyo de ese concepto de la compensación en cuestiones de RSC. Creo en las empresas que llevan su responsabilidad a su propio propósito empresarial, más allá de compensar, y también creo que es eso lo que de verdad les genera los beneficios implícitos de una gestión ética enfocada en las personas y en el largo plazo. Si hablamos de personas físicas, todavía más creo en la eficacia de la responsabilidad como habilidad para responder, mucho más poderosa en mi opinión que la culpabilidad para transformar el mundo. ¡Un cariñoso saludo!
Estoy totalmente de acuerdo como la responsabilidad es un concepto mucho más amplio que la culpabilidad, pero no se puede negar que la culpabilidad es un elemento detonante de dicha situación. La RSC no nace por mero altruismo de las empresas, si no como compensación a los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, la población, el medioambiente y la sociedad en general (así la define el Observatorio de la RSC). Por lo tanto, en el terreno que conlleva a las personas jurídicas al menos, la culpabilidad juega un papel crucial al no contar con un sistema ético ni de valores intrínseco que guíe su actuación. Si no asignáramos un culpable, la responsabilidad de diluiría. Aún así, como bien las personas debemos ser los y las que asumamos nuestra responsabilidad sea directa o no y la exijamos a los demás actores. ¡Buena reflexión!
¡Gracias por tu comentario! Totalmente de acuerdo contigo en la importancia de tener en cuenta la culpabilidad, sobre todo en el caso de las personas jurídicas, aunque personalmente huyo de ese concepto de la compensación en cuestiones de RSC. Creo en las empresas que llevan su responsabilidad a su propio propósito empresarial, más allá de compensar, y también creo que es eso lo que de verdad les genera los beneficios implícitos de una gestión ética enfocada en las personas y en el largo plazo. Si hablamos de personas físicas, todavía más creo en la eficacia de la responsabilidad como habilidad para responder, mucho más poderosa en mi opinión que la culpabilidad para transformar el mundo. ¡Un cariñoso saludo!