Hace un par de semanas tuvimos el placer de poder acudir a la jornada “Sin pueblos no hay futuro” que la Red Española de Desarrollo Rural organizó en Sevilla con el objetivo de poner el punto de mira en la importancia del papel que los pueblos y los territorios rurales tienen para el país en el que vivimos. La jornada fue muy rica en contenidos y gran número de personas expertas tenían algo que decir que aportase algo de luz en este agujero negro que parece encontrarse el mundo rural.
Durante todo el evento, por parte de todas las personas que realizaron alguna que otra intervención, hubo dos máximas que se repitieron continuamente y en las que prácticamente todo el mundo estaba de acuerdo: por un lado, la necesidad de aumentar el protagonismo de los Grupos de Acción Local o Grupos de Desarrollo Rural como agentes realmente dinamizadores del territorio; por otro lado, la falta de una buena estrategia a nivel estatal que ayude a otorgar al territorio rural y a su población del valor tan grande que tiene para toda la sociedad.
Si bien es cierto que ambas cuestiones fueron constantemente reiteradas, diría que realmente es la segunda de ellas la más importante, pudiendo incorporar la primera en la misma pues ¿no sería la falta de estrategia política en el mundo rural, la razón por la que los Grupos de Acción Local o de Desarrollo Rural no tienen una mayor implicación en el medio? ¿No será la falta de estrategia estatal para el desarrollo del mundo rural, más allá de LEADER, el principal problema que tenemos en este territorio?
Si hubo un dato impactante en el evento, fue sin duda el que aportó en la sesión de apertura Secundino Caso, actual Presidente de la Red Española de Desarrollo Rural: “cada hora, 7 personas están abandonando el mundo rural”. Dato escalofriante si tenemos en cuenta que casi el 47% de los municipios de España (3.800 de los 8.115 municipios que había según el padrón de 2017), tienen menos de 500 habitantes. Pero quizá resulte aún peor el dato si tenemos en cuenta otra cuestión: más del 75% de las personas que viven en el ámbito rural, no quieren abandonarlo (según la última encuesta “LEADER LAG Survey” a nivel europeo). Esto nos muestra que, efectivamente, hay un problema grave con respecto a la población rural, pues se está viendo obligada a emigrar al área urbana, sin realmente desearlo.
Esta situación podemos considerarla un fracaso, tanto a nivel personal para las personas que se ven obligadas a marcharse, como a nivel estatal, pues está conllevando a la despoblación y desprotección del medio rural, y sobrepoblando los entornos urbanos, provocando a su vez una pérdida de la calidad de vida en ambos espacios.
Ante esta situación, vemos que muchos años de medidas e intentos a niveles locales y comarcales, pocos resultados se han conseguido, por lo que es necesaria de una vez por todas una estrategia a nivel estatal, que aglutine todas las medidas necesarias para revertir la situación en la que se encuentra el territorio rural.
¿Qué debe incluir una estrategia nacional para el desarrollo rural?
Tomando como referencia casi todas las intervenciones realizadas en la jornada de la que hablaba al comienzo de este post, me atrevo a desgranar en cierta manera algunas claves que, a mi juicio, deberían recogerse en una posible futura estrategia nacional de desarrollo rural contra la despoblación.
- Participación de las personas del territorio. Legislar desde la capital pensando en los pueblos pequeños que están a más de 500 km, quizá no es la mejor manera de conocer las necesidades que el rural tiene. Es necesario que se creen espacios donde las personas que viven en el territorio puedan colaborar, compartir y poner encima de la mesa sus reclamaciones para el territorio.
- Participación de las entidades que vertebran el territorio. Además de las personas, las entidades que trabajan en el territorio a todos los niveles (local, comarcal, provincial…), también tienen mucho que decir con respecto a las medidas que se puedan poner en marcha. Contar con quienes serán las encargadas de dar salida a las propuestas que se realicen, es importante para conocer las oportunidades o las barreras que puedan encontrarse en el lugar.
- Revalorización del territorio. Por un lado, es importante que las personas que viven en los espacios urbanos dejen de concebir el rural como un patio de recreo, como un lugar donde pasar el tiempo libre y que está al servicio de ellas, sino que es mucho más: cultura, patrimonio, protección y cuidado del medio, innovación, producción, compensación de la huella urbana, etc. Por otro lado, las personas rurales tenemos que empezar a querer lo que tenemos, a comprometernos con ello y empezar a ver el entorno como una oportunidad, que el permanecer en el pueblo no sea sinónimo de fracaso, sino de éxito.
- Ir más allá de LEADER. El territorio rural debe poder funcionar correctamente más allá de las directrices que el Programa LEADER marque. Evidentemente mucho tenemos que agradecer al mismo, pero hemos de ser capaces de incluirlo en una verdadera estrategia que tenga en consideración otras iniciativas a nivel nacional, que aglutine a todos los servicios públicos y que realmente interese a toda la población rural.
- Discriminación positiva a nivel fiscal. Si hubo algo en lo que se coincidió sobre todo entre las personas dedicadas a la política que intervinieron en el evento que nos ocupa, fue la necesidad de establecer una serie de políticas fiscales para los entornos rurales que beneficien a sus habitantes. Si disfrutamos de menor cantidad de recursos públicos, debería ser lógico que pudiéramos tener algún tipo de beneficio que lo compense con respecto a los entornos urbanos.
Estas y más ideas, salieron de un foro como fue la jornada “Sin pueblos no hay futuro de la Red Española de Desarrollo Rural”, donde Isaura Leal, la nueva Comisionada del Gobierno frente al Reto Demográfico, concluyó que, sobre todo, para una buena estrategia, necesitamos un pacto real, a corto, medio y largo plazo, que implique a todos los niveles de gobierno, las empresas y la sociedad civil. Para que el rural sobreviva, necesitamos más alianzas y más aliados.
Totalmente de acuerdo en esa demanda de una estrategia nacional para el desarrollo rural, para responder a uno de los grandes dramas injustos de nuestra época, pero al que se da poca notoriedad mediática, quizá por carecer de la urgencia de otros. El desequilibrio entre la vida rural y la urbana tiene consecuencias muy lentas y, por lo tanto, poco visbles, poco acuciantes y poco “mediáticas”.
El problema es que la solución sigue estando en las manos equivocadas. Estrategias hay muchas, a nivel autonómico y local, pero ninguna ha demostrado una eficacia que pueda servir de ejemplo, porque se sigue haciendo siempre lo mismo y, lógicamente, sigue sin funcionar; esas estrategias siguen consiguiendo lo mismo: parches puntuales para mejorar la vida a los que ya están, en el mejor de los casos, pero sin atraer a nuevos pobladores. El emdio rural sigue sin verse atractivo para proyectos innovadores, cuando reúne todas las condiciones deseables: disponibilidad de espacios amplios y baratos, aire puro, vida sana y relajada, sin atascos, sin ruidos, sin colas… sin todo lo que nos agobia en la ciudad.
Pero, como decía, las decisiones siguen en las manos equivocadas y las estrategias se siguen planteando con visión urbana, desde despachos de funcionarios en las capitales, sin una perspectiva real de lo que pueden ser las necesidades, las amenazas y las oportunidades de un pueblo de menos de 500 habitantes y las peculiaridades de la vida que allí se impone. Incluso los responsables de los grupos de acción local (hablo desde mi experiencia personal en la comarca de Sayago), viven en Zamora capital y distribuyen los fondos según unas reglas establecidas en Bruselas, con la participación de políticos de Valladolid o de Madrid, que hasta ahora no han demostrado demasiado talento.
Y no creo que la situación sea distinta en otras regiones.
Cuando me da por revisar las cifras históricas de inversión en esta zona, que suman decenas de millones de euros, me sorprende ver lo poco que se ha transformado el territorio y la vida de sus habitantes. En el fondo, casi me alegro de que haya fracasado su estrategia de desarrollo, porque la demostración de su éxito sería tener algún tramo de autopista, un centro comercial y dos concesionarios de coches (cuando no una fábrica) en cada pueblo. Y eso, para mí, es la estrategia equivocada: el intento de recuperar un tren que ya pasó y que hoy no tiene ningún sentido.
Ese no es el futuro del medio rural, como tampoco lo es seguir dando subvenciones a proyectos que, de tener rentabilidad, es a base de quitársela a otros negocios preexistentes. Es ilustrativo el ejemplo de una convocatoria que leía hace unos meses: ayudas para el establecimiento de comercios de bienes de primera necesidad en localidades de menos de XX habitantes (no recuerdo el número). Me da la impresión de que los artículos de primera necesidad ya llegan a esas poblaciones, porque de otra manera la gente ya se habría marchado y, seguramente, el suministro lo proporcionan las pequeña tiendas cercanas con servico a domicilio que abundan por estos lares y que, de llegar un supermercado más grande y bien surtido, acabarían desapareciendo aplastados por la ley del mercado. Resultado: un nuevo negocio que sustituye a cinco o seis, es decir, una familia que despalza a otras, porque sus ingresos vienen de los mismos escasos clientes locales.
La oportunidad del medio rural viene a través de las nuevas tecnologías, que ofrecen un terreno abonado para profesionales liberales que trabajan en su casa y que, hartos de la ciudad, pueden vivir donde quieran y no son competencia para la economía local, porque sus ingresos vienen de fuera y, sin embargo sí consumen en esas pequeñas tiendas de siempre, inyectando “dinero nuevo” en esos mercados.
La innovación es la clave: saltarse las autopistas, las gasolineras, las macrogranjas y los cementerios nucleares, para apostar directamente por las profesiones creativas del futuro, que además de ese dinero nuevo, traerán la nueva mentalidad necesaria para transformar la España vacía de pandereta y “martínezsorias”, en un paraíso natural, tan atractivo para el turismo como para el emprendimiento, en un entorno moderno y sostenible, absolutamente de tendencia.
Y lo dejo aquí para que nadie muera de aburrimiento. Pero lo de generar una nueva cultura rural es otra tarea pendiente, de la que ya si eso un día…
Totalmente de acuerdo en esa demanda de una estrategia nacional para el desarrollo rural, para responder a uno de los grandes dramas injustos de nuestra época, pero al que se da poca notoriedad mediática, quizá por carecer de la urgencia de otros. El desequilibrio entre la vida rural y la urbana tiene consecuencias muy lentas y, por lo tanto, poco visbles, poco acuciantes y poco “mediáticas”.
El problema es que la solución sigue estando en las manos equivocadas. Estrategias hay muchas, a nivel autonómico y local, pero ninguna ha demostrado una eficacia que pueda servir de ejemplo, porque se sigue haciendo siempre lo mismo y, lógicamente, sigue sin funcionar; esas estrategias siguen consiguiendo lo mismo: parches puntuales para mejorar la vida a los que ya están, en el mejor de los casos, pero sin atraer a nuevos pobladores. El emdio rural sigue sin verse atractivo para proyectos innovadores, cuando reúne todas las condiciones deseables: disponibilidad de espacios amplios y baratos, aire puro, vida sana y relajada, sin atascos, sin ruidos, sin colas… sin todo lo que nos agobia en la ciudad.
Pero, como decía, las decisiones siguen en las manos equivocadas y las estrategias se siguen planteando con visión urbana, desde despachos de funcionarios en las capitales, sin una perspectiva real de lo que pueden ser las necesidades, las amenazas y las oportunidades de un pueblo de menos de 500 habitantes y las peculiaridades de la vida que allí se impone. Incluso los responsables de los grupos de acción local (hablo desde mi experiencia personal en la comarca de Sayago), viven en Zamora capital y distribuyen los fondos según unas reglas establecidas en Bruselas, con la participación de políticos de Valladolid o de Madrid, que hasta ahora no han demostrado demasiado talento.
Y no creo que la situación sea distinta en otras regiones.
Cuando me da por revisar las cifras históricas de inversión en esta zona, que suman decenas de millones de euros, me sorprende ver lo poco que se ha transformado el territorio y la vida de sus habitantes. En el fondo, casi me alegro de que haya fracasado su estrategia de desarrollo, porque la demostración de su éxito sería tener algún tramo de autopista, un centro comercial y dos concesionarios de coches (cuando no una fábrica) en cada pueblo. Y eso, para mí, es la estrategia equivocada: el intento de recuperar un tren que ya pasó y que hoy no tiene ningún sentido.
Ese no es el futuro del medio rural, como tampoco lo es seguir dando subvenciones a proyectos que, de tener rentabilidad, es a base de quitársela a otros negocios preexistentes. Es ilustrativo el ejemplo de una convocatoria que leía hace unos meses: ayudas para el establecimiento de comercios de bienes de primera necesidad en localidades de menos de XX habitantes (no recuerdo el número). Me da la impresión de que los artículos de primera necesidad ya llegan a esas poblaciones, porque de otra manera la gente ya se habría marchado y, seguramente, el suministro lo proporcionan las pequeña tiendas cercanas con servico a domicilio que abundan por estos lares y que, de llegar un supermercado más grande y bien surtido, acabarían desapareciendo aplastados por la ley del mercado. Resultado: un nuevo negocio que sustituye a cinco o seis, es decir, una familia que despalza a otras, porque sus ingresos vienen de los mismos escasos clientes locales.
La oportunidad del medio rural viene a través de las nuevas tecnologías, que ofrecen un terreno abonado para profesionales liberales que trabajan en su casa y que, hartos de la ciudad, pueden vivir donde quieran y no son competencia para la economía local, porque sus ingresos vienen de fuera y, sin embargo sí consumen en esas pequeñas tiendas de siempre, inyectando “dinero nuevo” en esos mercados.
La innovación es la clave: saltarse las autopistas, las gasolineras, las macrogranjas y los cementerios nucleares, para apostar directamente por las profesiones creativas del futuro, que además de ese dinero nuevo, traerán la nueva mentalidad necesaria para transformar la España vacía de pandereta y “martínezsorias”, en un paraíso natural, tan atractivo para el turismo como para el emprendimiento, en un entorno moderno y sostenible, absolutamente de tendencia.
Y lo dejo aquí para que nadie muera de aburrimiento. Pero lo de generar una nueva cultura rural es otra tarea pendiente, de la que ya si eso un día…
Hola Delfín!
Muchas gracias, más que por leerme, sobre todo por tu buenísima aportación, espero que quien llegue hasta el post, continúe leyendo para poder nutrirse de la información que también nos cuentas.
No puedo estar más de acuerdo con tu aportación, la falta de una estrategia ha causado que las actuaciones en el rural haya sido sin un propósito real de transformación del medio. Has dado en el clavo con respecto a quienes legislan, no se puede desarrollar el territorio rural desde una oficina en Madrid o cualquier otra capital, no tiene sentido que no se cuente con las vivencias de quienes día a día estamos en los pueblos, quienes sentimos y trabajamos para que el mundo rural permanezca y ofrezca las oportunidades que se merecen a sus habitantes.
No dudes en seguir leyendo nuestros post, estaremos encantados de seguir recibiendo tus aportaciones!
Hola Delfín!
Muchas gracias, más que por leerme, sobre todo por tu buenísima aportación, espero que quien llegue hasta el post, continúe leyendo para poder nutrirse de la información que también nos cuentas.
No puedo estar más de acuerdo con tu aportación, la falta de una estrategia ha causado que las actuaciones en el rural haya sido sin un propósito real de transformación del medio. Has dado en el clavo con respecto a quienes legislan, no se puede desarrollar el territorio rural desde una oficina en Madrid o cualquier otra capital, no tiene sentido que no se cuente con las vivencias de quienes día a día estamos en los pueblos, quienes sentimos y trabajamos para que el mundo rural permanezca y ofrezca las oportunidades que se merecen a sus habitantes.
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