Aunque la Navidad es la época en la que las tradiciones cobran más fuerza, ese afán que tiene nuestra sociedad por unificarlo todo y acabar con la individualidad, poco a poco va haciendo mella en todos los rincones del país. Cada vez más tradiciones de carácter global vamos asumiendo como propias, mientras que las más cercanas, las de nuestros abuelos y abuelas, se quedan en el olvido de las nuevas generaciones. ¿Cuántas veces habremos entonado el “All I want for Christmas is you” de Mariah Carey en estos últimos días? Muchas seguramente, pero si nos paramos a pensar en cuántas veces hemos cantado algún villancico tradicional de nuestro pueblo, de los que nuestros abuelos y abuelas entonaban, seguramente habrán sido muy pocas.
Hasta en unas fechas como estas, nos tragamos historias que no son nuestras, se nos cantan canciones que no son nuestras, mientras que nuestra tradición oral, nuestra memoria más cercana, se va perdiendo y, con ella, desaparece nuestra identidad. Por fortuna, en los pueblos no es tan difícil encontrar un pequeño reducto donde conservar la tradición, donde además valores como la comunidad y la sostenibilidad, toman gran importancia en estos días.
Sin ser mi intención el hacer un post enfrentando la “Navidad rural” con la “Navidad urbana”, no puedo evitar comparar algunas cuestiones y preguntarme ¿qué puede enseñarnos el rural sobre la Navidad? Y dando un vistazo a los pueblos de mi alrededor, me doy cuenta que hay mucho que aprender.
- Apostar por la sostenibilidad: Hace unos días acabó la COP25, en la que líderes mundiales buscaban acuerdos para frenar el cambio climático, como sabéis, nosotros estuvimos por allí y participamos de este hito. Todo sucedía en una gran ciudad Madrid, ciudad que, mientras por el día se debatía sobre el medio ambiente, por la noche se iluminaba con millones de luces que no paraban de emitir CO2 a la atmósfera, y además, con el objetivo de impulsar un poco más el c onsumo, decorando tan sólo las zonas comerciales, donde ya de por sí más se consume y, por ende, más se contamina. Si nos vamos más de 500km al suroeste de la capital, nos encontramos con una alternativa a esa contaminación, una decoración navideña hecho por las mujeres del pueblo, no para aumentar el consumo, sino para embellecer las calles y las casas de Castaño del Robledo (Huelva), a través del ganchillo. Esta iniciativa, apoyada por el Centro Guadalinfo de la localidad, consigue a su vez conservar una técnica tradicional y mejorar el sentido de comunidad del municipio.
- Crear comunidad: También en la Sierra de Aracena (Huelva), nos encontramos con Puerto Moral, un pueblo de casi 300 habitantes en el que todas y cada una de las personas que viven en él, participan en la recreación de su ya famoso Belén Viviente. Este gran trabajo realizado por los vecinos y vecinas de Puerto Moral, son el ejemplo de cómo el esfuerzo colectivo y la estrechez de los lazos comunitarios, son capaces de dar lugar a proyectos de gran belleza, que además atrae a cientos de personas de todas las partes de la península cada año.
- Conservar la tradición: Más de 100 años de historia avalan la, ya famosa en toda España, Cabalgata de Reyes Magos de Higuera de la Sierra, también en la provincia de Huelva. Una Cabalgata con historia (una de las más antiguas de España), la cual desde los más pequeños, hasta los abuelos y abuelas de la localidad, se preocupan por cuidar y conservar. Meses de trabajo dedicados por todo el pueblo para escenificar con mimo y gran realismo los diferentes pasajes del nacimiento de Jesús. Cuando un pueblo completo se preocupa por mantener en el tiempo sus valores y tradiciones, es cuando nos encontramos con celebraciones como esta, de la que disfrutan miles de personas cada año; tanto es así, que es considerada ya Fiesta de Interés Turístico de Andalucía por la Junta de Andalucía, y está incluida como Actividad de Interés Etnológico en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz, reconocimientos que no harán más que apoyar su conservación durante cientos de años más.
Con tan solo tres ejemplos, me atrevo a aventurar que, la Navidad Rural, se aleja un poco de la idea de Navidad que se suele tener en la gran ciudad, donde el consumismo tiende a primar como valor por delante aquellos más tradicionales como la solidaridad y la creación de comunidad. De todas formas, nunca es tarde para mirar un poco más a los pueblos, pues aún tienen mucho que ofrecer de lo que todos y todas podemos aprender.