¿Qué acciones se pueden llevar a cabo para combatir el cambio climático?
Siempre flota en el aire la pregunta de cómo se puede salir de la rueda en la que nos encontramos, del sistema del que todos participamos y en el que vivimos.
¿Es posible, entonces, combatir el cambio climático?
¿Y cómo lo pueden hacer las personas que viven en el rural?
La lista de las Naciones Unidas para combatir el cambio climático
A nivel personal, cada una de nuestras acciones cuenta.
Las Naciones Unidas, en sintonía con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ofrecen una guía de 10 acciones para actuar ahora contra el cambio climático. Todas estas acciones buscan reducir la huella de carbono individual, aunque también son aplicables en el ámbito empresarial.
Algunas de las medidas pasan por cambiar la forma en que nos movemos, cómo obtenemos la energía, cuánta consumimos y cómo nos alimentamos.
Estas sugerencias, en el ámbito urbano pueden sentirse como un cambio radical de forma de vida, o incluso un cambio de paradigma.
En el medio rural, en cambio, muchas de estas acciones se realizan por defecto desde hace siglos.
En este artículo recopilamos 4 formas en las que las comunidades rurales nos enseñan cómo combaten el cambio climático desde su propia manera de vivir.
4 lecciones de las comunidades rurales para combatir el cambio climático
1.- En el rural es más fácil consumir de cercanía
Según el informe de Mintel Tendencias Globales del Consumidor 2023, durante este año muchas de las compras se dirigirán a productos locales: “Comprar local será una forma en la que los consumidores pueden protegerse financiera, ambiental y psicológicamente, y sentir que están dando algo a cambio”.
Esta tendencia proviene de la época post-pandémica: desde aquellos momentos la valoración de los productos locales ha crecido entre consumidores, pero también entre los restauradores.
En el entorno rural hay muchas más oportunidades para consumir de cercanía, simplemente por la cuestión de la localización.
Las comunidades rurales pueden aprovechar esta ventaja para reducir el transporte de los alimentos que consumen, minimizando así la huella de carbono de su alimentación.
2.- El rural ofrece empleos en el marco de la bioeconomía
La bioeconomía se define como “el conjunto de las actividades económicas que obtienen productos y servicios, generando valor económico, utilizando, como elementos fundamentales los recursos de origen biológico, de manera eficiente y sostenible”.
El objetivo de la bioeconomía es generar productos (alimentos, combustibles, bioproductos, etc.) que respeten el medio y desarrollen entornos rurales.
Desde el año 2015, España cuenta con una Estrategia de Bioeconomía para que las empresas de este sector lleguen a 2030 siendo eficientes y medioambientalmente más sostenibles, a la vez que transitan hacia una economía circular.
Muchos de los empleos agrícolas se llevan a cabo desde el punto de vista de la bioeconomía. Entre ellos se encuentran el pastoreo, la ganadería extensiva, la silvicultura, y la agricultura y la pesca sostenibles.
3.- En el pueblo no se desperdicia nada
En las zonas rurales es común encontrarse con que no se desperdicia nada.
Esta concepción de la vida está íntimamente ligada con la economía circular, que es aquella que se basa en tres principios fundamentales para la producción y el consumo: eliminar residuos y contaminación, mantener productos y materiales en uso y regenerar sistemas naturales.
En el rural se aprovechan los llamados “subproductos” de las actividades agrícolas, que pasan a ser materias primas de otros productos o fuentes de energía:
- Los huesos y el orujo de las aceitunas se utilizan como biomasa.
- El alpeorujo (subproducto del aceite de oliva) se utiliza para formulaciones cosméticas.
- Los purines se pueden utilizar para generar biogás.
- El material orgánico se composta o sirve de alimento para animales.
Este aprovechamiento de subproductos en forma de economía circular es crucial en la lucha contra el cambio climático, y además puede ser una fuente de ingresos complementaria para los negocios agrícolas.
4.- Sin publicidad no hay consumismo (y sin oportunidad, tampoco)
La exposición a la publicidad de los habitantes de las ciudades es tal que es complicado no encontrarse un anuncio cada pocos pasos. Están en vallas publicitarias, autobuses, marquesinas, andenes del metro y escaparates.
Por si esto fuera poco, las nuevas tendencias de street marketing integran la publicidad en lugares cotidianos como la señalización vial (por ejemplo, con el objetivo de vender más patatas fritas en Malasia), o en el mobiliario urbano (en este caso, para promover la lectura).
Además, la tecnología nos lleva a un entorno urbano en el que el 3D, las pantallas LED y la tecnología bluetooth nos ofrecerán una experiencia multisensorial y adaptada a nuestro perfil consumidor para… vendernos más productos.
Según datos de 2019, recibimos un impacto publicitario cada 10 segundos, lo que equivale a 6.000 impactos publicitarios al día.
Las personas que viven en los pueblos reciben, claro está, todo aquello que se emite en medios de comunicación, televisión, redes sociales, etc. Pero en la calle reciben muchos menos impactos publicitarios que los habitantes de las ciudades.
Reducir el consumismo es una de las piezas fundamentales para luchar contra el cambio climático.
En el caso de las zonas rurales, las oportunidades de caer en las redes de consumismo son menores, incluso aunque las personas más jóvenes estén expuestas a la publicidad que se hace en las redes sociales.
Tampoco es tan sencillo recurrir a las compras compulsivas o a aquellas que supuestamente nos harán más felices.
Las personas que viven en las zonas rurales tienen más medios a su alcance para llevar una vida sin consumo superfluo.
Quienes habitan en los pueblos y comarcas rurales tienen mucho que enseñarnos, no solo acerca del medio ambiente, sino también de cómo se puede luchar contra el cambio climático con las acciones cotidianas de cada día, y con el propio medio de vida.