Ante todo, y como en todo, para cambiar una creencia que nos limita lo primero es saber qué es una creencia, por qué puede llegar a limitarnos y acto seguido, identificar en nosotros esa creencia que ya no nos apoya. Así que para empezar, no está demás pasarnos por la Real Academia Española.
Es importante considerar además que las creencias forman parte esencial en la construcción de nuestra personalidad, y que influyen y condicionan directamente nuestras conductas. Algunas creencias que tenemos hoy las hemos adoptado a base de mantener una opinión concreta que contrastamos y confirmamos con la experiencia, pero la mayor parte de ellas nos las hemos “comido” sin digerir durante los primeros años de nuestras vidas mientras crecíamos copiando a nuestros referentes en la vida. Pensadlo. “Las mujeres son delicadas”, “los hombres no lloran”, “el autoelogio es de personas engreídas” y “ser engreído está mal visto”; “una buena madre lo sacrifica todo por sus hijos”, “un buen padre asegura el dinero en casa”. Seguro que estás ya pensando en algunas tuyas. Las que traemos de serie suelen ser además las creencias más profundas que más se influyen e influyen a nuestros valores y por tanto más condicionan nuestras conductas, potenciándolas o limitándolas.
Sean como sean, algunos ejemplos con los que quizás puedas identificarte también, son: “un buen trabajador es el que echa más horas”, “el trabajo es sacrificio”, “nunca consigo lo que quiero”, “no puedo trabajar sin ordenador” o “soy negado con la informática”, “no puedo coger vacaciones”, “viajar solo es de locos”, “una mujer sola en un bar está buscando rollo”, “todos hablan mejor que yo”… Y así, cada persona tiene las suyas…
El caso es que las creencias son las reglas según las que vivimos y que mostramos con lo que hacemos y con lo que no hacemos, y no tanto con lo que decimos que creemos. Así es que nos tiramos la vida buscando confirmación a nuestras creencias, y nos da mucha seguridad y satisfacción verlas cumplidas, incluso si no son positivas. De ahí viene lo bien que sienta esa frase de “te lo dije” cuando algo no sale bien. No es que queramos que salga mal, no, es que confirma nuestra creencia. Y esta es la razón principal por la que pueden limitarnos, porque vamos a actuar en función de lo que creemos, y si creemos que “los demás hablan mejor que yo”, seguramente no hablaremos en público y cuando lo hagamos, no tendremos suficiente seguridad en nosotros mismos, seguramente saldrá mal y diremos: te lo dije.
¿Has identificado ya una creencia que no te gusta? ¿Quieres cambiarla?
Una forma de cambiar creencias
- Primer paso: identifica la creencia que quieres cambiar. Si todavía no lo tienes claro, decide un objetivo que quieras conseguir y pregúntate: ¿qué te impide conseguirlo? Empezarás a decir creencias limitantes. Elige una, y pregúntate, ¿quiero cambiarla? Si es que sí, coge papel y boli y continúa.
- Segundo paso: nómbrala con palabras concretas, defínela en una frase precisa, y escríbela para dejarla expuesta y vulnerable en un papel. Así empezamos a debilitarla.
- Tercer paso: piensa qué beneficio te ofrece esa creencia a pesar de que también te limite, porque todas las creencias tuvieron y tienen una intención positiva. Si “el trabajo es sacrificio” la creencia me permite quejarme cuando las cosas no van bien por ejemplo, o compadecerme con los demás que piensan lo mismo. Es interesante este ejercicio, escríbelo en el mismo papel.
- Cuarto paso: piensa ahora la nueva creencia con la que quieres sustituir la que vas a cambiar, porque una creencia no desaparece hasta que no hay otra que ocupa su lugar. Escríbela en otro papel diferente, y hazlo en positivo (no uses “no”, “ninguno”, “nunca”); redáctala en presente y en primera persona, y comprueba que te sientes a gusto con la nueva creencia, que no perjudica a las relaciones con tu entorno. Siguiendo el ejemplo, una nueva creencia podría ser: “el trabajo es constructivo y me permite hacer lo que me gusta”.
- Quinto paso: ante la creencia que acabas de escribir en positivo, en presente y en primera persona, pregúntate si es mejor que la anterior del otro papel, si te permite seguir satisfaciendo la intención positiva de la anterior, incluso piensa en las diferencias que implicaría en tu vida creer en esta última creencia que has escrito: ¿qué harías para hacerla cierta? ¿Qué tendrías que dejar de hacer? Piensa estas cosas y decide si quieres afinar tu nueva creencia, redactarla mejor o de forma más precisa, y hazlo si así lo decides.
- Sexto paso: ahora dobla el papel de la vieja creencia que quieres cambiar y guárdalo en algún lugar donde no lo tengas a la vista aunque sí a mano por si un día vuelves a necesitarla: en un viejo libro, en una caja de abalorios, debajo de las camisetas… Donde quieras. Almacénala.
- Séptimo paso: actúa como si ya la creyeras desde siempre, así que piensa la primera tarea para hacer verdad tu nueva creencia, y ponte a hacerla. “Si el trabajo es constructivo y me permite hacer lo que me gusta” piensa qué vas a hacer que te guste antes, después o durante el trabajo, y hazlo. Que no te inquiete la calidad o trascendencia de la tarea, lo importante es empezar a actuar: ¿música en el coche camino del trabajo? ¿Un café con los amigos a media mañana? ¿Una conversación con mi jefe para buscar nuevos desarrollos? ¿Vacaciones programadas con la paga extra de beneficios?
Actúa, y mueve tu mundo a tu favor.
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