Incendios: la gran amenaza del mundo rural

¿Cómo es posible que vivamos en una época de grandes tecnologías y a la vez estemos en una era de incendios?

Con este post comienzo mi aventura bloguera en AlmaNatura. Dada mi preocupación personal por la naturaleza y el mundo rural, quiero hablaros sobre los incendios.

El verano ha llegado a su fin y con ello la temporada de incendios, al menos, en las noticias. La peor parte de este 2019, hasta el momento, se la ha llevado una de las provincias más pequeñas, Las Palmas, con un fuego que ha arrasado unas 10.000 hectáreas y ha obligado a desalojar a 9000 personas. Le siguen el incendio de La Torre del Español, entre Tarragona y Lleida, con 4.000 hectáreas, y el fuego que afectó a Toledo y Madrid en las localidades de Almorox – Cenicientos – Cadalso que calcinó 2.987,68 hectáreas.

En lo que va de año, hasta el 1 de Septiembre de 2019, llevamos un total de 9.115 siniestros, de los cuales la mitad aproximadamente se han considerado conatos, por no superar una hectárea. Lo que quiere decir que somos eficaces apagando incendios forestales, pero no evitando que se produzcan. Vamos a clasificar estos incendios según los datos de la Dirección General de Desarrollo Rural y Política Forestal del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente:

Por áreas

El 42,4 por ciento de los incendios se produjeron en el noroeste, que comprende Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco y las provincias de León y Zamora.  El 17,1 por ciento en la región mediterránea, que corresponde a las Comunidades Autónomas costeras con el mar Mediterráneo, incluyendo sus provincias interiores. El 0,49 por ciento, en el archipiélago Canario y el 40,0 por ciento en las comunidades interiores que comprende las provincias del resto de Comunidades no costeras, excepto León y Zamora.

Por tipo de vegetación

En total, la superficie afectada por incendios y conatos ha sido de 72.668,63 ha, de la cual más de la mitad, 39.982,10 ha, eran matorral y monte abierto, 23.609,27 ha de superficie arbolada y 9.077,26 ha eran de pastos y dehesas. Esta superficie afectada corresponde al 0,261 % de la superficie total de España, lo que se traduciría en unos 102.000 campos de fútbol o un poco más que la superficie de Madrid. ¿Os imagináis qué ocurriría si perdiéramos cada año una ciudad de esa escala? Pues esa superficie es la que se quema en las zonas rurales.

¿Cuáles son las causas directas de los incendios?

Para responder a esta pregunta, empezaré por diferenciar las causas que originan el incendio y las que lo propagan. 

  • Causas originarias. Pueden ser causas naturales, como un rayo, o humanas ya sean accidentales, negligencias o intencionadas. Según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, más del 80 % de los siniestros están causados por actividades humanas.
  • Causas propagandísticas. El combustible o alimento del fuego, es decir, la vegetación seca, las condiciones meteorológicas que favorezcan su propagación (temperaturas alta, humedad relativa baja y fuertes vientos) y la topografía del terreno. Las causas propagandísticas serán las que determinen que se convierta en un incendio de alta capacidad de destrucción.
¿Cuales son las causas indirectas que provocan los incendios y su propagación?
  • Política forestal. La planificación, ordenación y gestión de las masas forestales es primordial y en España aún nos queda un largo camino por recorrer. La Ley de Montes de 2003 no se cumple y sólo 12% de la superficie forestal cuenta con un proyecto de ordenación o un plan técnico de gestión. Estos proyectos se basan en la delimitación de zonas de alto riesgo de incendios y en la división de las zonas, para evitar la propagación del fuego.
  • La despoblación y el abandono del mundo rural. Más del 50% de los municipios donde se provocan incendios han perdido más del 50% de su población en los últimos 30 años. La pérdida de los usos tradicionales en el mundo rural facilita la colonización del monte, aumentando la superficie forestal y acumulando en el monte restos de leñas y podas que antes se utilizaban por los pobladores o se eliminaban por la práctica de la ganadería extensiva. Además, la despoblación de estas zonas, favorece el incremento de superficies de pastos, que antes eran limpiadas por el ganado o cuidadas para la agricultura. Estos hechos han transformado el paisaje convirtiéndolo en un paisaje inflamable, donde se acumula vegetación, desecada por las olas de calor.
  • Cambio climático. Con largos períodos de sequía y altas temperaturas nos encontramos ante un nuevo escenario que requiere un cambio de enfoque urgente, campañas de incendios y concienciación durante todo el año.
  • Política de incendios. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en España se destinan 300 millones de euros al año a la prevención de incendios y unos 1.000 millones de euros al año a ejecutar medidas de extinción. ¿No parece un dato bastante descompensado? Se pone más importancia en la extinción que en la prevención, lo que favorece el descenso de pequeños incendios, pero es ineficaz para combatir grandes incendios forestales, que no se apagan con agua sino con gestión forestal y planificación territorial.
  • Urbanismo caótico. La masificación salvaje de ciertas áreas unida a la ausencia de una política forestal ha generado un pasaje de alto riesgo en el que apenas se distingue la frontera entre lo urbano y lo forestal. El fuego, cada vez afecta a más pueblos y urbanizaciones, lo que complica las labores de extinción y obliga a realizar evacuaciones, poniendo en peligro a personas y bienes. 
  • Privatización y especulación. La privatización y externalización de los servicios de prevención ha dado paso a una trama económica de intereses que es necesario cortar urgentemente, para evitar que el fuego se convierta en un sector económico. No hay que olvidar el factor especulativo y los incendios intencionados en ciertas zonas que abren paso a la recalificación de los terrenos afectados.

Dado el número de bosques altamente inflamables, y la falta de políticas forestales y de desarrollo rural, en un escenario de cambio climático, el pronóstico indica que sufriremos incendios cada vez más peligrosos. La responsabilidad de evitarlos es de todos, tanto de las instituciones como de la ciudadanía en general.

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