Con motivo de la celebración de ayer 8 de marzo, Día de la Mujer, hoy me atrevo a hablar de feminismo, esa palabra que, si causa estragos y controversia en redes sociales, no os podéis ni imaginar el desconcierto y rechazo que provoca en las zonas rurales. Esto es debido, en gran parte, al desconocimiento que hay sobre ello, ya que por desgracia, en los pueblos es más inusual encontrarse lugares en los que se pueda conocer, crear o construir determinados movimientos sociales. Mi intención aquí hoy no es más que poner un pequeño grano de arena en pro de un mayor conocimiento del feminismo, explicando qué es y qué puede aportar que el desarrollo rural sea en clave feminista.
¿Por qué el feminismo? Simplemente porque creo que es la respuesta, es la única manera de poder solventar aquellas barreras que las mujeres de las zonas rurales se encuentran día a día en su desarrollo personal y profesional, barreras de las que os hablé en mi último post.
¿Qué es el feminismo?
En esta ocasión, permitidme que no tire del diccionario de la RAE pues, además de la ínfima representación de mujeres entre sus filas académicas, sigue teniendo algunas definiciones un tanto obsoletas e incluso machistas (véase por ejemplo la acepción de sexo débil como “conjunto de las mujeres”). Además, prefiero utilizar palabras de autoras y pensadoras feministas, protagonistas reales del movimiento.
Aunque en realidad definir el feminismo como tal es algo complicado, debido principalmente al hecho de que no existe un solo feminismo. Sería más apropiado hablar de feminismos. Se trata de un movimiento vivo, que todas las personas feministas van creando y construyendo con sus acciones y sus maneras de pensarlo. Sin embargo, me gusta tomar la referencia que Nuria Varela expresa en “Feminismo para principiantes”, un manual básico para toda aquella persona con ganas de abrazar el movimiento: “el feminismo es un discurso político que basa en la justicia”. Justicia porque busca el reconocimiento de derechos y la igualdad, porque busca que las mujeres, la mitad de la población, puedan ser las protagonistas de sus propias vidas. Como dice Chimamanda Ngozi Adichie (cuyos libros os recomiendo también), una persona feminista es aquella que “cree en la igualdad social, política y económica entre los géneros”. Para profundizar un poco más, os recomiendo su TedTalk titulada “We all should be feminist”, que hace ya algún tiempo se hizo viral.
¿Por qué el desarrollo rural ha de ser en clave feminista?
Una vez contextualizado qué es el feminismo, me gustaría hacer un breve repaso de algunas aportaciones que este movimiento puede hacer al desarrollo de los pueblos y las zonas rurales.
1. En primer lugar, la razón más obvia la encuentro en la propia demografía. No podemos trabajar el desarrollo de las zonas rurales si solamente empoderamos a la mitad de la población. Las mujeres también forman parte de los pueblos y las comunidades rurales, y deben ser también protagonistas de los procesos de desarrollo de los mismos. No sólo se está dando el envejecimiento de los pueblos, también se está dando un paulatino proceso de masculinización, y esto es debido a que las mujeres lo que les espera es una vida de renuncia, renuncia a una realización personal y profesional en favor de la realización del hombre y del mantenimiento de la comunidad, por eso es muy probable que sean las mujeres las primeras que desaparezcan de las zonas rurales.
2. Una de las principales aportaciones clave que el feminismo puede dar al desarrollo rural es una superación del “agrocentrismo” de estas comunidades. La práctica totalidad de políticas públicas destinadas al progreso económico de las zonas rurales, se basa en la promoción y modernización de la agricultura y en la ayuda a los propios agricultores (hombres la gran mayoría como pudimos comprobar en las estadísticas del Diagnóstico de la Igualdad de Género en el Medio Rural). A través de la inversión y promoción en proyectos profesionales de mujeres, se conseguiría una mayor apertura y ampliación de los tipos de trabajos remunerados en los pueblos, pudiendo ser estos además proyectos generadores de empleo, y apoyando así además nuevas formas de ver y pensar el hecho de “ser rural”, desligándonos poco a poco de esa mentalidad tradicional del agro.
3. Hablando de mentalidades, el feminismo también nos ayudará a cambiar nuestra percepción de la tradición y las costumbres. Además del ya comentado “agrocentrismo”, los modelos tradicionales de familia, los roles y estereotipos de género, así como demás mitos y creencias relacionadas con el género y la sexualidad que provienen de la sociedad patriarcal en la que vivimos; en las áreas rurales tienden a estar aún más arraigadas que en las ciudades, y además afectan tanto a hombres como a mujeres. La lucha contra los estereotipos de género es una de las principales batallas del feminismo, y en el campo y en los pueblos queda mucho por trabajar, lugares donde la diversidad no se contempla como una fuente de enriquecimiento social, sino como un rechazo o invasión a lo establecido. Hay que permitir que mujeres que no quieren casarse o tener hijos, madres solteras, padres solteros o familias de todo tipo, así como, personas homosexuales, bisexuales, personas trans, y demás personas LGTBI; puedan vivir felices y en paz en sus propios pueblos, y no sufran una discriminación tal que les obligue a abandonar sus raíces para poder desarrollarse libremente.
4. El feminismo es necesario para luchar contra la violencia. Cuando vemos que, en el comienzo de este año, de las ocho mujeres asesinadas por hombres en el hogar en el pasado mes de enero, cinco han sucedido además en el medio rural, nos encontramos con que la realidad aquí es más dura si cabe que en las grandes ciudades. Pero cuando hablamos de denuncias, las tornas cambian, siendo las mujeres rurales las que menos denuncias realizan en situaciones de violencia. Esto es debido precisamente a las barreras descritas en el punto anterior, la tradición y las costumbres arraigadas en las comunidades rurales. Gracias al feminismo podremos conseguir mujeres rurales empoderadas, libres y capaces de luchar contra la violencia, pero también podremos conseguir hombres que se aparten de la violencia, que sean capaces de percibir a las mujeres como iguales; porque la violencia es una respuesta siempre presente en la sociedad patriarcal, en prácticamente todos los ámbitos de la vida, y el feminismo ha de ser el encargado de erradicarla en todas sus formas.
5. Feminismo para promover una sociedad más ecológica. Cuando hablamos de patriarcado (y permitirme que no lo haya “definido” hasta ahora), hablamos de esa estructura social tradicional en la que el hombre domina la práctica totalidad de los espacios en los que la mujer se encuentra. Pero no sólo se queda ahí, desde el feminismo ecológico (ya os comenté que hay muchos feminismos), se nos plantea la idea, no muy desacertada, de que el mismo proceso de dominación masculina que sufren las mujeres, lo sufre también la naturaleza, provocando estragos en la misma. Por ello una mentalidad feminista nos ayudaría no sólo a elevar como iguales a las mujeres, sino también al medio en el que vivimos, promoviendo así una mejor conservación del mismo. Si os cuesta un poco ver esa relación, no lo digo sólo yo, también la propia ONU denuncia que las barreras de las mujeres impiden un desarrollo sostenible.
En definitiva, vemos cómo el feminismo aporta sobre todo esa justicia a la que cuesta llegar en las comunidades rurales, y a partir de aquí, no nos queda más que crear un feminismo propio, liderado por las mujeres rurales, en el que los hombres asumamos nuestro papel de compromiso activo, rompiendo los modelos tradicionales y construyendo en conjunto nuevos valores.