Hace un par de meses, os hablé en mi post “Participación Infantil para asegurar la existencia de los pueblos”, del protagonismo que han de tener los y las menores en las políticas públicas destinadas a la participación en los pueblos, con el fin de crear los vínculos suficientes para mantener vivos los pueblos y las comunidades rurales. Hoy quiero plantear la posibilidad de ir un poco más allá, de no sólo dejarles participar en los asuntos que les conciernen, sino de hacerles incluso promotores de las propias medidas y políticas de la localidad. Educar niños y niñas realmente inmersos en una cultura emprendedora, sólo reportará beneficios no sólo a su futuro, sino también al presente y al futuro de nuestros pueblos.
El espíritu emprendedor ha ido adquiriendo gran protagonismo en los últimos años, fruto sobre todo de la crisis socioeconómica que llevamos tanto viviendo, y aparece para dar respuesta precisamente a esa situación, como una manera de buscar la salida a la falta de empleo, en la creación por uno mismo o una misma de las propias oportunidades. Así el emprendimiento se entiende ligado a la empresa, al avance económico y financiero. No obstante, aunque quizá de una manera más escondida y menos generalizada, aparecen también a su vez nuevas formas de emprender con un carácter más social, con el fin de construir una ciudadanía más activa y participativa, entendiendo el emprendimiento además como una actitud.
Precisamente durante la infancia y la adolescencia, etapas vitales en el desarrollo de las personas, es donde tenemos que empezar a incluir la educación emprendedora. La participación de los y las menores no puede quedarse simplemente en darles la palabra, debemos permitirles ir más allá. Hemos de comenzar a fomentar el emprendimiento social en la infancia y la adolescencia; invitarles a la acción a través de una motivación social, alentarlos a que se organicen y lideren por ellos mismos iniciativas de transformación social, que se conviertan en verdaderos agentes sociales en su contexto, en el que los adultos ejerzamos un rol de guías y orientadores sin ensombrecer su protagonismo.
¿Por qué es importante la cultura emprendedora en niños/as?
La creación de una cultura emprendedora entre niños, niñas y adolescentes, y darles la oportunidad de poner en marcha sus ideas e inquietudes, es uno de los mayores beneficios que podemos brindarles en la actualidad, así les estaremos dando la opción de:
- Influir en el entorno que les rodea: Cuando se implanta una nueva política o medida para la infancia y la adolescencia, seguramente este colectivo no percibirá ningún cambio en su día a día. Por lo general, se darán acciones que los adultos llevarán a cabo dirigida a la protección y la mejora de la vida de los y las menores, pero realmente pocas veces el objetivo de esa medida es consciente de los cambios que pueda suponer. A través de la implantación de la cultura emprendedora desde la infancia, estaremos consiguiendo que los niños y niñas, se conviertan en agentes de cambio social, en protagonistas de los cambios sobre sus realidades y las de sus conciudadanos. Aunque las instituciones y los demás agentes sociales les escuchen y les tengan en cuenta, es necesario que sean los y las menores quienes lideren algunos de esos procesos de cambio que se requieren para llegar a unas comunidades y pueblos más atractivos para vivir, procesos que además partan de sus intereses y necesidades.
- Poner en valor sus capacidades: A todas las personas nos gusta sentirnos útiles y escuchadas, nos gusta sentir que formamos parte de una sociedad en la que aportamos lo mejor de nosotras y que, en cierto modo, se nos reconozcan esas aportaciones. En el caso de los niños y niñas no es diferente. No basta tan sólo con la típica condescendencia con la que solemos tratar a los y las más pequeñas, debemos ser capaces de reconocer su valía, sus aportaciones, sus ideas y sus capacidades. Así estaremos criando niños y niñas con más confianza y autoestima, lo que les llevará a aumentar incluso sus ganas de actuar.
- Desarrollar sus habilidades sociales y emprendedoras: Habilidades como la creatividad, la resolución de problemas, el trabajo en equipo y la comunicación, son habilidades sociales necesarias para la el crecimiento y la madurez de los y las menores, pero además se trata de capacidades inherentes al emprendimiento. Por ejemplo, la mayor parte de los niños y niñas de hoy, seguramente trabajarán en empleos que ni existen aún, por lo que quizá haya aprendizajes que hoy adquieren que poco les servirán mañana. En cambio, el fomentar el entrenamiento en estas habilidades emprendedoras, estaremos dándoles las herramientas necesarias para aumentar la capacidad de adaptación al cambio, de facilitarles la incorporación a un mundo de transformaciones cada vez más vertiginosas con el que tendrán que lidiar en su adultez.
- Desarrollar sus propias sinergias y dinámicas: No podemos entender el emprendimiento social infantil y adolescente como un simple fin a través del cual conseguir unos objetivos de cambio; todo camino de emprendimiento es también un medio por el que niños, niñas y adolescentes podrán protagonizar su propio aprendizaje. A través de la educación emprendedora, podremos permitir que los y las menores puedan vivir experiencias totalmente autónomas, en las que lo importante será sobre todo el proceso y el impacto que creará en ellos mismos, independientemente del resultado. Una acción emprendedora, ayudará a que se creen nuevas dinámicas y sinergias de colaboración y conexión entre sus promotores, donde además se desarrollarán más valores positivos como la convivencia y el compromiso; valores que les serán necesarios durante el resto de sus vidas.
La puesta en valor de la educación emprendedora en la infancia y la adolescencia, no brindará más que beneficios tanto a este colectivo como a sus comunidades. Por un lado, niños y niñas podrán aprender y actuar en el presente, mientras se estarán asegurando un mejor futuro. Por otro lado, también nos ayudará a reinventar nuestros pueblos para hacerlos más atractivos para poder fijar a la futura población, ya que podremos también aprender de sus maneras de hacer y actuar en los mismos.
Tanto desde Almanatura, como desde cualquier otra entidad o administración que desee fijar a la población rural, debemos poner el punto de mira en las necesidades del colectivo de infancia y adolescencia. No podemos pretender que sin haberlo incentivado antes, al alcanzar la mayoría de edad nazcan en esas personas unas habilidades y sentimientos de compromiso con sus orígenes cuando no se les ha dado ningún rol protagonista durante la etapa más importante de sus vidas. Por mucho que nos planteamos día a día qué hacer para que nuestros niños y niñas no abandonen el pueblo, nunca se nos ocurrió preguntarles directamente cómo podemos hacer que se queden, y trabajar conjuntamente en las soluciones que necesitamos para que el futuro de los pueblos esté asegurado.