Con el avance en el siglo XXI, el papel de la empresa en la sociedad está consolidándose más allá de su visión clásica como meros agentes económicos, transformándose en verdaderos agentes sociales. Cada vez más empresas se alejan del objetivo único de maximizar beneficios, sumando a ello el impacto positivo tanto en el planeta como en las personas que habitan en él.
Las empresas son un elemento fundamental en el desarrollo mundial, vertebrando la economía y, como consecuencia, el contexto social que les rodea. Se ha llegado a un punto en el que las grandes empresas tienen una influencia vital en el empleo, medio ambiente, derechos humanos y desarrollo económico de los países, incluso, en ocasiones, más que los propios Estados. Tanto es así que, cumpliendo el mandato de una directiva de la Unión Europea de 2014, en España se aprobó el Real Decreto-ley 18/2017 sobre divulgación de información no financiera, de entrada en vigor reciente. Se hace así palpable la necesidad de informar sobre los asuntos no estrictamente económicos de la empresa como “cuestiones medioambientales y sociales, así como relativas al personal, al respeto de los derechos humanos y a la lucha contra la corrupción y el soborno”, que también son de importancia para la sociedad, así como la medición del impacto de los mismos.
Aunque dicho Real Decreto-ley por el momento sólo será obligatorio para las empresas más grandes de nuestro país, ¿no tendría más sentido que todas las empresas, grandes, medianas y pequeñas, informasen sobre su impacto social y ambiental?
Antes de ahondar en esa cuestión, veo necesario esbozar brevemente a qué nos referimos cuando hablamos de información financiera y no financiera. La primera de ella, es aquella que tradicionalmente se ha demandado a las empresas con dos objetivos claros: el control fiscal y la rendición de cuentas a los accionistas; la segunda, toda la relacionada con los derechos humanos, el impacto ambiental, las iniciativas locales o incluso laborales, a las que el funcionamiento de la empresa puede afectar de forma directa. Es cierto que, desde hace unos algunos años, se obliga a las empresas más grandes a tener implantados, por ejemplo, planes de igualdad, sin embargo es difícil dar con información más específica sobre los asuntos antes mencionados, siendo además información que puede resultar útil a los clientes, gobiernos y otros stakeholders a la hora de tomar decisiones, pues cada vez más se empieza a valorar a las empresas más allá de la oferta o el beneficio económico que plantee.
El valor del impacto comunicado por una empresa pequeña
Nos encontramos así con una realidad que, aunque poco a poco va cambiando, aún deja mucho espacio en el que las empresas y su funcionamiento pueden mejorar. Así, volviendo a la pregunta de si deben las empresas, grandes o pequeñas, publicar y medir información no financiera, nos centramos ahora en las razones por las que deberían hacerlo:
- Medición de impacto: Una norma básica de la planificación empresarial es el establecimiento de objetivos claros y cuantificables. Si hemos añadido a nuestra organización nuevos objetivos, debemos saber cómo medirlos y sobre todo, cómo evaluar los resultados. Solo así conseguiremos maximizar el impacto y disponer de las fuentes de información necesarias para tomar buenas decisiones.
- Coherencia con misión, visión y valores: La coherencia es una característica muy difícil de mantener en las empresas, principalmente debido a su complejidad y, sobre todo, cuando el día a día de la actividad de la empresa no deja apenas tiempo para otras cuestiones. Contar con una serie de valores compartidos por todo el capital humano de las personas, hará posible que exista coherencia entre el desempeño del trabajo de cada persona de la empresa. De esto las Empresas B tienen mucho que decir, pues no solo establecen un propósito social, sino que hacen que las diferentes áreas de la misma sumen valor a tal propósito.
- Legitimación de su existencia en la sociedad: Se ha acabado la concepción de empresas enormes, grises e impersonales alejadas de la sociedad. La población demanda la responsabilidad de los agentes económicos sobre la población y el medio que nos rodea, e incluso en el cumplimiento de los ODS. La existencia de cada vez más grupos de personas que consumen de forma responsable e incluso fondos de inversión socialmente responsables, son claro ejemplo del giro que la sociedad está dando al que la empresa tiene que adaptarse cuanto antes.
- Una RSC más efectiva: Para que realmente sea positiva la estrategia de RSC de la empresa, se debe realizar una asignación más eficiente de los recursos hacia aquellos sectores o problemas que mayor impacto negativo pueda provocar el trabajo de la misma, y esto se puede analizar a través de la medición del impacto. Una empresa de papel por ejemplo, debería centrar su RSC o medir sobre todo su impacto en medio ambiente, debiendo evaluar de dónde obtiene su materia prima, cómo resarce los daños al ecosistema, cómo puede hacer un modelo de negocio más sostenible, etc.
En definitiva, nos alegramos de que medidas así abran paso hacia unas empresas más transparentes y responsables, en las que la sociedad pueda participar de una forma más activa. Sin embargo, debemos ser cautelosos puesto que, aunque sea la dirección correcta, esto es un pequeño paso y todo dependerá de cómo finalmente sean ejecutadas estas medidas y la implicación real de las empresas en participar de un mercado más responsable a nivel social y ambiental.