Un retiro de pintura que celebra la conexión entre arte y territorio, inspirando una mirada más consciente y donde reivindicar que “para pintar bien hay que pararse”.
A veces olvidamos que mirar no es solo ver. Mirar requiere detenerse, afinar los sentidos, permitir que lo cotidiano recupere su misterio.
En un mundo acelerado, donde el ruido y la prisa parecen ocuparlo todo, la pintura se convierte en una herramienta poderosa para volver a conectar con lo esencial: el paisaje, la memoria y la experiencia compartida.
Este es el testimonio de Daniel Franca, un artista que encontró en la naturaleza y en los pueblos de España su escuela más profunda. Y es también una invitación a vivir, entre el 17 y el 19 de octubre, una experiencia única en AlmaNatura LAB, donde arte y territorio se funden para regenerar la mirada y el vínculo con lo rural.
Pintar desde la experiencia
Daniel recuerda que su relación con la pintura comenzó viajando, entre carreteras secundarias y paisajes inesperados.“Empecé a pintar al aire libre durante la universidad. Con algunos compañeros compartíamos coche y gasolina, y nos dedicábamos a recorrer toda la geografía española pintando lo que el mundo natural nos enseñaba (y sorprendía)”, cuenta.
Aquellos viajes fueron más que un entrenamiento técnico; fueron una escuela de vida. En cada pueblo, los colores cambiaban con la luz, los acentos y las costumbres. En cada certamen de pintura, un grupo de jóvenes artistas aprendíamos a leer los matices del entorno y a traducirlos en pigmentos. “Pintar al aire libre te enseña a mirar y a sintetizar escenas cotidianas de lugares que ves por primera vez. Entrena el ojo y la percepción, te obliga a comprender rápido la esencia de lo que tienes delante.”A veces, el arte se aprende más en una conversación con una vecina que en una clase magistral. En una de esas jornadas, recuerda Daniel, las mujeres del pueblo le acercaban platos de comida mientras él pintaba. “El resultado del cuadro era la experiencia completa de vivir por algunas horas el entorno real que pintaba.”
El arte de detenerse
El pintor sevillano José Luis Mauri, maestro de Daniel, le dijo una frase que nunca olvidó: “Para pintar bien hay que pararse.” Y Daniel la amplía: “Creo que para pintar bien y también para vivir bien hay que hacer justo eso: parar. Y ese aprendizaje suele ocurrir si nos vamos lejos de la ciudad.”
Ya lo hemos dicho, en la era de la inmediatez, detenerse parece un acto de resistencia o rebeldía. En lo rural, esa pausa se vuelve posible: la observación, el tiempo lento, la contemplación. En su estudio de Alájar, en plena Sierra de Aracena, Daniel encuentra ese refugio donde los días no corren, sino que fluyen. “Alájar es para mí un refugio. Es el lugar donde recargo las ganas y la inspiración, donde vuelvo a sentir que todo tiene sentido.”
Su pintura, impregnada de silencio y tierra, rescata algo más que paisajes: rescata modos de vida, gestos, historias que se desvanecen si nadie las mira. Por eso, cuando habla de la cultura rural, lo hace con una mezcla de respeto y urgencia:
“La cultura rural es un baluarte de algo que empieza a ser desconocido para las nuevas generaciones. La observación del entorno, el tiempo conectado al ritmo natural, la observación con sentido… son más fáciles de practicar desde el mundo rural.”
La cultura como puente
Daniel no concibe la pintura como un lujo ni como algo distante de la vida cotidiana. Para él, el arte es un puente: “Acercar a la gente a la cultura a través de la buena pintura es una de las razones por las que sigo creando. La pintura no necesita palabras, pero tiene que hacer que quien la mire se plantee algo, que despierte una emoción o una pregunta.”
Esa visión conecta con el propósito de Fundación AlmaNatura, donde trabajamos para reactivar lo rural a través de experiencias culturales que fortalecen el arraigo y mejoran el bienestar físico, emocional, social y económico. La cultura, cuando se vive desde el territorio, no solo inspira: transforma.
Durante los últimos años, programas como Regenera Cultura han acercado el arte al ámbito rural, generando espacios de encuentro, aprendizaje y disfrute colectivo. En 2024, más de 1600 personas participaron activamente en actividades culturales organizadas en Arroyomolinos de León.
El Retiro de Pintura: un viaje hacia adentro y hacia el paisaje
Entre el 17 y el 19 de octubre, AlmaNatura LAB se transformarán en escenario para un retiro que propone volver a mirar el mundo desde el color y la calma.
Para Daniel, “hay algo especial en el antiguo molino y el viejo cine del pueblo. Son lugares que conservan la huella del tiempo y, al mismo tiempo, la fuerza de lo que renace.”
El retiro combina sesiones prácticas al aire libre con momentos de reflexión y conversación. No se trata solo de aprender técnica, sino de entrenar la mirada. Daniel lo resume así: “Mi deseo es que las personas participantes reconecten con su capacidad de mirar. La técnica es importante, pero no lo es todo. El secreto está en aprender a observar.”
Durante las jornadas, habrá demostraciones de pintura del natural, ejercicios sobre el uso del color y la observación directa del entorno. “Me gustaría practicar con el grupo algunos principios del color y del mirar del natural, para después llevar esa experiencia a la pintura.” También habrá tiempo para explorar, pasear y dejarse inspirar por la dehesa, los viejos rastros de la historia de la molienda en el territorio y el aire limpio de la sierra.
Lo que diferencia este retiro no es solo su calidad artística, sino su vocación regenerativa. La pintura se convierte en una forma de reconectar con lo vivo, de habitar el presente con atención plena, de fortalecer la relación entre las personas y la naturaleza.
Obra de Daniel Franca.
El legado de mirar con otros ojos
Cuando se le pregunta a Daniel qué espera que las personas se lleven del retiro, su respuesta es sencilla y profunda: “Pintar y viajar son formas de ejercitar la imaginación. La pintura es un viaje sin rumbo fijo, que te invita a dejarte llevar…, y eso inevitablemente ensancha la mente y el alma.”
En esa aventura está el verdadero aprendizaje: observar, dialogar con la naturaleza, escuchar el color del silencio. Quienes participen del retiro no solo aprenderán sobre composición y pigmentos, sino también sobre paciencia, sensibilidad y presencia. Porque al final, pintar (como vivir) requiere aprender a ver lo que siempre estuvo ahí, esperando a que podamos verlo.
Esa manera de mirar también es una forma de cuidar: cuidar el paisaje, la memoria y la vida que sucede a otro ritmo.
En los últimos años, desde la Fundación AlmaNatura nos hemos esforzado en demostrar que la innovación social también puede ser cultural. Desde nuestra sede en Arroyomolinos de León, impulsamos proyectos que fortalecen el tejido comunitario a través de la cultura en sus diversas manifestaciones. La rehabilitación del molino y el antiguo cine, convertidos hoy en AlmaNatura LAB y AlmaNatura Home, simboliza esa apuesta por recuperar el patrimonio material e inmaterial del territorio y devolverlo a la comunidad.
No se trata solo de rescatar edificios, sino de reactivar la vida que late dentro de ellos: la que se comparte, se pinta, se conversa y se celebra.
El retiro de pintura con Daniel Franca se inscribe en esta nueva etapa, donde la cultura se entiende como una forma de regeneración: de la mirada, del tiempo y de las relaciones. Una experiencia que recuerda que el arte también fija población, porque da sentido a quedarse, porque alimenta el arraigo desde la belleza y la emoción. Cuando Daniel parafrasea a EduardoChillida (escultor y grabador español) diciendo “tengo las manos de hoy, me faltan las de mañana”, lo hace con la humildad de quien sabe que el arte —como la vida rural— es un proceso en continuo aprendizaje.
Este retiro es, en ese sentido, una oportunidad para descubrir esas manos del mañana: las que pintan, siembran, restauran y transforman. Las que sostienen la cultura rural como un bien común.
Del 17 al 19 de octubre, Fundación AlmaNatura invita a profesionales, artistas, mentes curiosas y amantes del paisaje a formar parte de esta experiencia en AlmaNatura LAB, en plena Sierra de Aracena. Un encuentro donde el arte se hace territorio, y el territorio se convierte en una obra viva.
Si sientes que necesitas detenerte, respirar y mirar de nuevo, este retiro es para ti. Una experiencia que une arte, naturaleza y comunidad. Un fin de semana para redescubrir el color del rural y dejarte inspirar por su belleza. ¡Quiero apuntarme!
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