Por Daniel Bargalló;
Hace poco tuve el placer de poder impartir un curso sobre el clown y la resolución de conflictos. Fue una experiencia magnífica. En primer lugar por los participantes, que supieron aportar lo mejor de sí mismos para el buen desarrollo del curso. En segundo lugar por el sitio, Alájar, que sigue siendo un lugar mágico en cualquier época del año y en tercer lugar porque de una vez por todas he empezado a comprender que para que un curso sea provechoso no tiene porqué ir repleto de técnicas y dinámicas.
Esto último he tardado tiempo en entenderlo. Supongo que por el modelo educativo que he recibido a lo que estaba acostumbrado es a decir o a hablar de cosas de manera unidireccional sin pararme a escuchar opiniones, pensando erróneamente que permanecer por un tiempo en silencio podía dar a entender que no sabes de lo que hablas.
Pero esta vez se trataba de dar un curso sobre los conflictos, el clown y el diálogo. ¿Y que mejor momento para probar una forma diferente de hacer las cosas? “Deja que los alumnos se expresen, si no, ¿Qué hay de diferente con el colegio o la universidad?” La primera programación que hice era un montón de ejercicios que no dejaban mucho tiempo para la reflexión. El consejo de algunos de mis compañeros y las dudas propias sobre la viabilidad de la misma me hicieron cambiar de idea y probar un nuevo camino, nuevo al menos para mí. Iba a permitir los silencios y dejar tiempo para las reflexiones personales, aunque internamente aún albergaba el miedo a que los alumnos pudieran aburrirse o sencillamente, dejasen de participar.
Sin embargo mis miedos se fueron disipando a medida que avanzaba el curso. La participación de las alumnas y alumnos facilitó enormemente las cosas. Las dinámicas sirvieron justamente para lo que deben servir, ser los medios con los que ponemos en pie conclusiones posteriores. Hablar de lo que hemos experimentado, de nuestras vivencias, de casos reales es lo que realmente enriquece cualquier contenido que se transmita. Los alumnos se sienten parte activa del curso y no sólo son receptores de información, sino que también contribuyen a construir y emitir esa información. Es entonces cuando se produce la auténtica construcción colectiva de conocimientos basada en el diálogo de tod@s, que forzosamente es más completa que la visión de una sola persona pues alberga más puntos de vista.
Desde hace tiempo vengo defendiendo la idea de la visión global como una forma de entender las situaciones y conflictos, el cómo desarrollar esa visión global es otra historia. Pero empezar por escuchar a los demás y dejarte empapar por sus experiencias puede ser un buen comienzo. Vayan desde aquí mis más sinceros agradecimientos a los participantes, por enseñarme que no hay que tenerle miedo a los silencios y que preguntar ¿que opinas de esto? No significa “no sé que hacer”, porque lo bueno de construir colectivamente es que la responsabilidad de transmitir conocimientos no recae única y exclusivamente en el docente. Y agradecer también a mis compañeros de Alma Natura por sus “collejas creativas” y por enseñarme formas diferentes de hacer las cosas.
En el nombre de Charlie Rivel, de Chiquito de la calzada y de Mr Bean. Amén.
…bueno, tras las palabras de Dani, poco me queda por decir…solo darte las gracias profe….por dejarnos ser……. y por ser. ¿que más se puede pedir?
De verdad enhorabuena!!!