¿Cuántas veces te has ido de viaje y te has llevado un libro? ¿Y cuantas te lo has podido leer? (porque yo nunca lo consigo) ¿Te imaginas poder dejarlo en cualquier sitio y poder saber que lugares está recorriendo? Pues esto es posible gracias a BookCrossing.
La historia es la siguiente. Allá por 2001, Ron Hornbaker concibió la idea del book crossing inspirándose en la web Where’s George? en la que se puede seguir el rastro de billetes de dólar. La cosa era poder hacer lo mismo, pero con libros. Dejar un libro en un lugar cualquiera para que otra persona pudiera recogerlo y que se pudiese hacer el seguimiento para ver por donde va viajando. Así nació esta iniciativa en la que es así de fácil participar, sólo hay que seguir las 3 “R” que bookcrossing te dice:
• Read: (Leer). Fácil, ¿Verdad?
• Register: (Registrarlo). Entrando en la web de bookcrossing. Con ello conseguirás un número de identificación para tu libro (BCID) y podrás etiquetarlo. Este es el paso fundamental para poder saber por donde va tu libro.
• Release: (Libéralo). El momento definitivo. “Olvídate” tu libro en una cafetería, un parque o déjalo en una librería que sea un punto de book crossing y a ver hasta donde llega.
¿Y que haces si te encuentras con un libro liberado con un número de identificación? Pues entras a la página de bookcrossing, escribes el código que tiene el libro y anotas donde lo has encontrado y cuando te lo leas, lo vuelves a dejar. Te habrás convertido en un “becero” o “becera” que es como se conoce a los practicantes de esta tendencia, por las siglas BC de book crossing.
Sin embargo, y más allá del romanticismo de la idea, han surgido detractores a la misma. Sus argumentos son que los libros están siendo devaluados por la web y el movimiento de book crossing. Fundamentalmente por bajar las ventas de los mismos y por lo tanto, incidir negativamente en los, ya tan recurrentes, derechos de autor. Los “beceros” cuestionan esta idea argumentando que esta afición aumenta la pasión por la lectura, hace que alguna gente compre libros para liberarlos y que en muchas ocasiones hay lectores que después de haber leído un libro que ha caído en sus manos, se lo compran para poder disfrutarlo por siempre.
Esta parece una de esas ocasiones en la que las dos partes tienen algo de razón, aunque personalmente me inclino por los argumentos de los “beceros”. Me parece una forma genial de fomentar los hábitos lectores en la población, incluso creo que la administración pública debería darle más bombo, al menos durante el día del libro. Pero el negocio esta ahí y también es cierto que yo no soy ni escritor ni editor, puede que ellos tengan otro punto de vista. ¿Y tú que opinas?