Los buenos jefes hacen empresas responsables

El jefe es un motor indiscutible de la Responsabilidad Social Corporativa en las empresas, es el estilo de dirección que permite que la empresa sea más responsable.

Cuanto más lo pienso, cuanto más lo experimento y cuanto más lo converso, más claro lo veo: el jefe es un motor indiscutible de la Responsabilidad Social Corporativa en las empresas, y de hecho es el estilo de dirección el que permite que la empresa sea responsable.
Si lo miramos desde la perspectiva en la que la Responsabilidad Social Corporativa se basa en las personas y especialmente en las personas de dentro de la organización, para mí es evidente que los trabajadores se implicarán o no con la RSC de la empresa en la que trabajan en función de cómo les dirijan. Y si no se implican, no hay RSC.

Así que los jefes tienen una función más. Además de impulsar equipos de profesionales eficaces, pueden impulsar la Responsabilidad Social Corporativa más potente, que es la que está basada en las personas. ¿Cómo? Pues básicamente ejerciendo una buena comunicación basada en la trascendencia.

Dirigir por trascendencia

Partamos de una certeza, de una ley fundamental que da sentido a todo mi trabajo: es imposible no comunicar. Además, estaremos de acuerdo en que dirigir personas es sobre todo una cuestión de comunicación interpersonal. O sea, que la comunicación de los jefes, tanto la oficial como esa que es imposible de evitar, influye de forma decisiva en los trabajadores, en la calidad de lo que hacen, en sus preocupaciones, en sus valores y en la forma en la que se implican impulsando tareas y políticas de la empresa. Esto es evidente. Pues basándonos en esa evidencia, podemos asegurar que dirigir por trascendencia es lo que impulsa la RSC y los equipos más eficientes.
Gestionar personas basándote en la trascendencia de las cosas no es un concepto espiritual, sino literal. Según el diccionario, trascendencia es la consecuencia o el resultado importante de algo, así que se trata de aplicar su definición literal al menos a tres de las principales funciones de la dirección de personas: instrucción, delegación y evaluación del desempeño.

Funciones de la dirección de personas

Instruir

Instruir es una función de los jefes que suele estar infravalorada. Todos los jefes deberían trabajar la complicada habilidad de enseñar a sus trabajadores y, sobre todo, darles el tiempo necesario suficiente para dominar la tarea. Es lo más complicado. Por eso vemos con demasiada frecuencia jefes que prefieren hacer las cosas ellos antes de delegarlas, o que exigen calidad sin sentido.
Instruir por trascendencia, además de enseñar, es comunicar al empleado las consecuencias positivas y negativas de eso que se le está enseñando en el global de la empresa, por muy rutinario o básico que sea. Toda tarea tiene su impacto y su resultado, y esa es su trascendencia.

Delegar

En esta misma línea, delegar por trascendencia no puede ser una lista de tareas a desarrollar ni órdenes más o menos rígidas. Delegar por trascendencia es una comunicación clara de qué hacer y sobre todo del porqué de esa tarea en el objetivo global o parcial de la organización.

Evaluar

La evaluación del desempeño es otro importante exponente de la comunicación del jefe, quizás el más importante, y por tanto lo que más impacto tiene en el comportamiento y resultado de los empleados. Por eso evaluar por trascendencia es lo que puede impulsar más a las empresas responsables. Hacer una buena evaluación por trascendencia exige tiempo de dedicación y honestidad de los jefes para pensar las consecuencias positivas y negativas del trabajo de cada uno de sus empleados en los resultados y objetivos de la empresa. Evaluar por trascendencia es crucial en el impulso de una plantilla comprometida e implicada, porque las personas nos implicamos y nos motivamos cuando sentimos que importamos, y cuando sabemos qué aportamos.

Por tanto, compromiso y motivación es lo que garantiza el jefe cuando se centra en la trascendencia de su comunicación con sus empleados, esto es, cuando es responsable de su comunicación. Así genera plantillas comprometidas capaces de impulsar políticas de responsabilidad social corporativa, que no es otra cosa que la forma en la que la organización en la que trabajan también se hace responsable de su comunicación. Ni más ni menos.

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