Acción social contra los herbicidas

Como ciudadanos podemos frenar el silencioso y extendido uso de una sustancia que daña nuestra salud y nuestro entorno natural.

Muchas tardes salgo a dar un paseo por la carretera de circunvalación del pueblo. No pasan demasiados coches y la vista se pierde entre las huertas de olivos y los alcornocales. Como hasta hace un par de días no había llovido una gota este otoño, las cunetas de la carretera están limpias de hierbas. Tan sólo una planta crece y florece espléndidamente en la tierra desnuda. Se trata de una especie tropical llegada de América del Sur que la gente de por aquí conoce por el nombre de periquitos (Mirabilis jalapa), en alusión a sus preciosas y aromáticas flores de colores variados. Sus gruesas raíces permanecen en la tierra durante todo el invierno y las plantas vuelven a brotar cada primavera.

Resulta sorprendente que sea la única planta que ha soportado los tratamientos con glifosato que se hicieron en esta carretera el pasado mes de abril cuando se realizó la doble tarea de hacer el tratamiento con herbicida para después pasar las desbrozadoras. ¿No era suficiente con el tratamiento químico? Una de las razones de quienes justifican el uso de herbicidas es que supuestamente minimizan la erosión del suelo frente a los tradicionales tratamientos mecánicos para la eliminación de malezas.

¿Qué es el glifosato?

Si escribimos la palabra glifosato en un buscador, encontraremos gran cantidad de noticias y diversas fuentes de información, procedentes tanto de sus detractores como de sus defensores. Afortunadamente, parece que ganan en número los primeros. Una de las primeras entradas, con el llamativo y categórico subtítulo de “La verdad sobre el glifosato”, pertenece a Monsanto, donde se asegura que “la mayor parte de la información que hemos visto en Internet se basa en la especulación, en creencias y en rumores”, dando a entender que han creado esta página para presentar a la opinión pública “hechos y realidades procedentes de las organizaciones científicas independientes más importantes del mundo”. Precisamente, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (USEPA) ha encontrado en dos ocasiones a científicos falsificando pruebas realizadas en laboratorios contratados por Monsanto. Ante esta falta de rigor científico, que entorpece una información clara, no parece tan descabellado atender a las creencias y los rumores.

Diversos estudios afirman que el glifosato contamina y daña los cultivos, los suelos y los cauces de agua. Su toxicidad para la fauna, los animales domésticos y las colmenas ha quedado plenamente demostrada. En bajas concentraciones afecta al funcionamiento hormonal de las células humanas y provoca abortos, mieloma múltiple y linfoma de no-Hodking. La Agencia Internacional para la investigación sobre el Cáncer (IARC) dependiente de la OMS publicó un informe en el año 2015 que concluye que este producto es “un probable carcinógeno para los seres humanos” y lo clasificó en el grupo 2A, por debajo del grupo 1, en el que se encuentran los productos considerados como “carcinógenos”. ¿Quizás habría sido demasiado osado por parte de la IARC meter el glifosato en el grupo 1? Esto habría obligado a los estados a prohibir sin concesiones el uso del glifosato. Por cierto, España es el país europeo que muestra una mayor permisividad a este respecto, a pesar de las diversas normas jurídicas que limitan el uso de sustancias químicas peligrosas para la Salud y el Medio Ambiente:

¿Qué podemos hacer como ciudadanos?

Actualmente cualquier particular puede adquirir este producto en una ferretería, aunque su adquisición está restringida a aquellas personas que poseen el Carnet de Aplicador de Productos Fitosanitarios. Es un hecho que la creciente preocupación por los efectos perjudiciales de estos productos hace que la sociedad se esté movilizando. Asociaciones ciudadanas, ecologistas, diputaciones, ayuntamientos y  particulares están llevando a cabo diversas iniciativas para prohibir o limitar su uso.

La Comunidad de Madrid, La comunidad Canaria, la Diputación de Ávila y varios Ayuntamientos ya no emplean glifosato y existen mociones institucionales contra su uso.

Este mismo año en el Ayuntamiento de Huelva fue una iniciativa ciudadana la que consiguió que se aprobara la prohibición del uso de esta sustancia en parques y jardines de la ciudad. Actualmente hay otra “propuesta para la sustitución del herbicida glifosato y similares como producto para la eliminación de plantas de crecimiento espontáneo en la provincia por medios mecánicos” presentada en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche.

El contenido de estas propuestas se basa en incluir medidas encaminadas a no seguir contaminando el Medio Ambiente:

  • Eliminar el uso de glifosato y productos similares en el tratamiento para la eliminación de hierbas silvestres en cunetas y otras infraestructuras.
  • Sustituir estos productos por métodos mecánicos no contaminantes o sencillamente no eliminar las hierbas silvestres, pues se ha demostrado que no suponen ningún riesgo y embellecen nuestro entorno.
  • Incluir en los pliegos de prescripciones técnicas que han de regir la contratación de los servicios de mantenimiento de carreteras y caminos públicos la prohibición del uso del glifosato y similares.
  • Realizar campañas informativas entre los ayuntamientos, agricultores y ciudadanía en general para que descarten esta práctica en su actividad.

Estos hechos demuestran que, en muchos casos, las iniciativas ciudadanas y sociales sí pueden cambiar una situación desfavorable que afecta a nuestra salud y a nuestro Medio Ambiente. Como ciudadanos, como personas, no miremos hacia otro lado. Cambiar las cosas es también nuestra responsabilidad.

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