El 9 de septiembre celebramos el Día Mundial de la Agricultura, ese sector que permea de una u otra forma todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es un día en el que se realiza un reconocimiento a aquellas personas que dedican su vida a cultivar las tierras para abastecer a las poblaciones de alimentos y hacer que los ecosistemas sean sostenibles, evitando, además, incendios como el de Almonaster la Real.
En este día tan señalado, vienen a mi memoria muchas personas de mi entorno cercano que dedicaron toda su vida a cultivar la tierra desde el respeto, el conocimiento y la sostenibilidad. Personas instruidas en los tiempos de cada ciclo y que confiaban en la naturaleza, que es sabia. Personas que no forzaban el sistema para obtener mayor producción a base de compuestos químicos. Y en este punto también tenemos una responsabilidad los consumidores: es importante conocer lo que comemos, cuándo lo podemos comer y cuánto tiempo tarda en madurar.
En tiempos de pandemia ha resultado más latente que nunca el papel fundamental que juega la agricultura en la alimentación y bienestar de la sociedad. Nunca habíamos puesto tanta atención en el origen de los alimentos, en si es producto nacional, si es producto ecológico e incluso en quiénes son esas personas que han llenado los supermercados y mercados para poder seguir alimentándonos a pesar de los casi tres meses de confinamiento. Es el momento de valorar y extraer aprendizajes y, al igual que hemos tomado conciencia de que la salud pública hay que protegerla, debe ocurrirnos con la agricultura.
De forma transversal, la agricultura es ese eje que articula los ODS de aquí al 2030. La pobreza, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, el desempleo y la desertización, entre muchos otros, son retos que como sociedad tenemos para la próxima década y que la agricultura tiene la capacidad de mitigar.
La población mundial sigue creciendo en un entorno cada vez más limitado y con una mayor escasez de agua y alimentos, provocando desigualdades económicas, sociales y tecnológicas. Ante esta situación, cobra cada vez más sentido apostar por una agricultura sostenible a nivel ambiental, social y económico.
Como sociedad, debemos ser conscientes de las dificultades ambientales provocadas por el cambio climático y por el aumento de la contaminación, y promover un consumo basado en alimentos de cercanía, premiando a aquellas empresas que cuidan del sector a todos los niveles. Debemos convertirnos en pro-consumidores y apostar por los productos de temporada.
Retos del sector agrícola
Bajo mi punto de vista, el sector agrícola debe concienciar y sensibilizar durante los próximos años sobre un consumo más responsable, convirtiéndose en el protagonista de la transformación de la sociedad. Para liderar este cambio, considero que se deberían abordar los siguientes hitos:
- Educar al consumidor para que entienda qué es lo que come y por qué no es sostenible en otras épocas del año.
- Luchar por unos precios justos donde el cultivo pueda producir en las mejores condiciones viables y se genere empleo de calidad y estable.
- Promover en todo el sector una agricultura sostenible libre de plaguicidas y pesticidas que eliminen la biodiversidad de los ecosistemas.
- Potenciar la agricultura en aquellas zonas que ha desaparecido no por falta de rentabilidad, sino por falta de relevo generacional, lo que potenciaría la fijación de población a entornos rurales.
- Poner en valor la figura del agricultor dándole el protagonismo y el prestigio que merece por ser la base de todo lo demás.
Parafraseando el vocabulario popular, es tiempo de “arrimar el hombro”, de luchar codo con codo por crear una sociedad más saludable y justa. Productores, distribuidores y, por supuesto, consumidores, somos los responsables de construir —con coherencia, conciencia y constancia—, esa sociedad del futuro que deseamos.