Desde los primeros tiempos del cine en nuestro país encontramos ejemplos de un género que hoy en día se denomina “cine rural”. La visión cinematográfica del mundo rural, ya sea desde el campo del documental como de la ficción, ha aportado a lo largo de más un siglo realizaciones muy diversas e interesantes que nos sirven para analizar diferentes realidades y su evolución a lo largo estos años.
El cine rural es aquel cuya trama, personajes, y entorno transcurre en lugares donde el hombre tiene un contacto muy próximo con la naturaleza y en el que el paisaje tiene una importante presencia. En él se plantean las relaciones entre los mundos rural y urbano, normalmente a través de sus personajes, que viven o provienen de un entorno campesino, y es esta identidad la que marca la trama. De hecho el “drama rural” es un género muy concreto en el que la historia está narrada en un contexto campesino con un código moral muy estricto y donde sucede un conflicto con ese código moral que los personajes deben resolver.
Todas las aportaciones nos acercan a una diversidad de tratamiento audiovisual, en la que el mundo rural ejerce, en unos casos, de paisaje que enmarca la narración y en otras de preocupación por culturas en peligro de desaparición; pero en las que también puede constituir elemento fundamental de la trama narrativa.
Décadas del cine rural
Aquí mostramos un repaso por las distintas décadas del “cine rural” realizado en nuestro país. Entre ellas se encuentran varias imprescindibles para los amantes del cine:
- La primera película de este género es Carmiña, flor de Galicia (Rino Lupo, 1926), película muda en la que ya se pone de manifiesto la relación entre el pueblo y la ciudad a través del melodrama romántico. En la siguiente década, cuando ya el cine comenzó a ser sonoro, se rodaron los documentales La Ruta de Don Quijote (Ramón Biadiu, 1934) y Las Urdes, tierra sin pan (Luis Buñuel, 1933), que tanto trasiego político supuso.
- De los años 40, enmarcada como drama rural, encontramos la película Marianela (Benito Perojo, 1940). Basada en la novela de Benito Pérez Galdós. Durante la década de los 50 el cine hecho en nuestro país destaca aspectos tales como la pervivencia de lo rural en la ciudad tras la inmigración, la idealización del mundo rural y su visión como espacio retrógrado, la semirruralidad de las ciudades de provincia y los caracteres de la vida en el campo. Todo ello en un mundo que empieza a transformarse lentamente y que define negativamente lo rural y lo agrario frente a la “modernidad” representada por la industria y la ciudad. Dos ejemplos de este tipo de drama los encontramos en la película Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951) considerada una de las mejores películas del cine español y Orgullo (Manuel Mur Oti, 1955), obra que por su argumento y dirección de personajes se puede calificar de westerm. También tiene mucho de westerm La Venganza (Juan Antonio Bardem,1959), que tuvo que cambiar el tiempo de la narración y su título original Los segadores por motivos políticos.
- Ya en los años 70 encontramos dos ejemplos de documental rural en España. Lejos de los árboles (Jacinto Esteva, 1972) es una recopilación de diversos aspectos del folclore regional español y Rocío (Fernando Ruíz Vergara, 1980) que documenta las costumbres populares y tradiciones del mundo rural español, su contexto sociocultural y político, entre la tradición y la modernidad, desde una óptica de búsqueda de verdad entre la historia, la fábula y el mito. En España no pudo estrenarse hasta que en 1978 se desbloquearon los mecanismos de la censura. Otra gran película de los 70, en el campo de la ficción, fue la dura y cruda Furtivos (José Luis Bureau, 1975) que también tuvo problemas con las autoridades hasta el punto de no poder presentarse a los festivales internacionales de Cannes y Berlín, para los que había sido seleccionada.
- En los años 80 nos encontramos con dos de las más notables obras de José Luis Cuerda: El Bosque animado (1987) y Amanece que no es poco (1988), la también galardonada Los Santos Inocentes (Mario Camus, 1984), Tasio (Moncho Armendariz, 1984), El disputado voto del Señor Cayo (Antonio Giménez-Rico, 1986) basada en la novela homónima de Miguel Delibes.
- Ya en los años 90 nos encontramos una mirada que va acercando posiciones entre campo y ciudad, y los temas se van desdibujando para abrirse a otras perspectivas. Quiero destacar los títulos de Julio Medem Vacas (1992) y Tierra (1996) así como Flores de otro Mundo (Iciar Bollaín, 1999) donde se presenta un tema antiguo que pervive en tiempos modernos en el pueblo donde se desarrolla la acción.
- De la misma realizadora, El Olivo (Iciar Bollaín, 2016) lleva a cabo un tratamiento del medio rural como paisaje en el que se desarrolla la vida de los personajes y su relación concreta con la ciudad y el capitalismo. También en el siglo XXI encontramos dos documentales que abordan el tema de la despoblación: El Cielo Gira (Mercedes Álvarez, 2004) y Agua Viva (Ariadna Pujol, 2006).
Las miradas cinematográficas sobre el mundo rural son muy diversas y van más allá de lo etnográfico y del enfoque desde lo urbano. Hay algunos caracteres que permanecen en muchas de las obras analizadas, como la caracterización negativa del mundo rural y su vinculación al atraso, muy visible durante el largo periodo franquista y aún en la transición. Pero las visiones se van abriendo. Sobre todo a partir de la transición, en un proceso de reducción de distancias, físicas y mentales, entre una ciudad en la que cada vez es más difícil situar sus límites y un mundo rural que se desvincula, en cierta medida, de lo agrario y abre su futuro a una mayor interrelación con el exterior, a pesar del envejecimiento, del abandono y otros males endémicos.
Hasta aquí mis recomendaciones para los amantes de la naturaleza y el mundo rural también en la gran pantalla. Si quieres sugerir alguna película que añadir a esta lista, déjanos tus comentarios.