Con motivo de la conmemoración del Día Internacional de las Personas de Edad, que se celebra el 1 de octubre, queremos compartir los testimonios de algunos de nuestros mayores rurales. ¿Cómo se sienten en la situación que estamos atravesando? ¿Qué les inquieta? ¿Qué piensan? ¿Qué desean? Sus historias son ejemplo de resiliencia cotidiana.
“Ahora sólo veo a mi familia a través de una pantalla”, Emilia, 86 años.
“Siempre he sido muy activa. Me sigo cocinando para mí a diario. No ha entrado ayuda externa en mi casa, pero lo que aún me cuesta superar es no poder abrazar a mis nietas. Mis hijos han estado muy preocupados, y desde los primeros contagios decidieron no entrar en mi casa, ya que dos de ellos y sus parejas se trasladan a la ciudad a diario a trabajar.
Ahora, aun empezando el curso escolar, siguen evitando traer a mis nietas a casa. Es doloroso que aun estando ágil no pueda tenerlas encima del regazo, compartir un caramelo con ellas y ese olor a infancia que inundaba mi casa cada vez que venían. Sí que hablo con ellos a diario gracias a que ya sabía usar el teléfono móvil. Veo cómo juegan en la bañera o si se disfrazan de princesas. Lo que más me inquieta: saber cuándo podré volver a estar con ellas.”
“Llevo semanas sin tener noticias de mi médico de cabecera”, Isabel, 74 años.
“Me siento aislada. Es frustrante querer comunicarte con el exterior, incluso a través de vecinos que me ayudan, pero no puedo conseguir una cita médica, porque desde hace meses es imposible que te atiendan en el ambulatorio. Tengo la sensación de que, con el coronavirus, los mayores estorbamos. Necesitamos que nos escuchen, que seguimos vivos y con ganas de contribuir y aportar”.
“Ojalá los jóvenes sean más conscientes de lo que estamos viviendo”, Cristóbal, 78 años.
“Los que hemos vivido varias crisis o penalidades al salir de una guerra, nos sentimos más responsables con la sociedad. Se ha perdido mucho el sentimiento de comunidad, incluso en los pueblos. ¡Si hasta ves que la gente ha dejado de saludarse por la calle!
Aquellas personas que ansiaban volver a la normalidad no se dan cuenta de que no es el momento de pensar lo que cada uno quiere, sino lo que necesitamos todos para superar la epidemia con el menor número de muertes y caída económica posible. ¡Si hasta hay comuniones los fines de semana, donde la gente festeja como si de puertas para fuera no pasara nada!
El individualismo no va a sacarnos de la situación que vivimos. Es el momento de unirnos todos, da igual lo que tengas o dónde vivas.”
Los sentimientos de aislamiento pueden aumentar el riesgo de sufrir presión arterial alta y reducir la resistencia del sistema inmunológico a las infecciones. Estas afecciones se agravan en el caso de las personas de edad avanzada, sobre todo si tenemos en cuenta que el número de personas mayores que viven solas ya supera los 2 millones. Y, entre ellas, más del 42% superan los 80 años. Sin embargo, quedarse en casa sigue siendo imprescindible para frenar la pandemia.
Queremos que las personas mayores sean percibidas como actores fundamentales que contribuyen al desarrollo. Creemos que sus habilidades para mejorarse a sí mismas y a la sociedad se deberían integrar de manera transversal en todos los ámbitos. Y, por supuesto, que sus necesidades y reclamos también sean escuchados y atendidos. El envejecimiento activo no debe ser negociable ni siquiera en momentos de aislamiento sanitario.