Hacia una nueva identidad rural: un trabajo en común

Urge un cambio de narrativa para que palabras como “pueblerino” no definan la identidad rural. Entender la ciudad como modelo del éxito nos ha llevado a estar hablando de España vaciada. 

Las palabras importan porque son el medio que usamos para expresar nuestro pensamiento, individual o social. Reflejan, por tanto, nuestro sentir hacia alguien o algo. 

Dejar de utilizar ciertas voces o acepciones para referirse a una persona puede traer consigo un cambio social que, además, suele ser necesario. 

En este artículo reflexionamos sobre la utilización de palabras como paleto, o pueblerino, para referirse de manera despectiva a las personas que viven en el medio rural. Queremos profundizar en esas definiciones para que, entre todos, podamos tejer una nueva manera de narrar la identidad de los habitantes de los pueblos

Paletos o pueblerinos, ¿por definición?

Según una de las acepciones que recoge el diccionario de la RAE, paleta es aquella persona «rústica y sin habilidad para defenderse en ambientes urbanos»

Otra de esas palabras que se usa frecuentemente en la sociedad es pueblerina: «persona poco refinada en sus modales o en sus gustos, o carente de amplitud de ideas o puntos de vista». 

En ambas se utiliza el pueblo, el medio rural, o ciertas derivaciones o alusiones a él (como en el caso de “rústica”) para definir a personas de manera peyorativa.

¿Son así las personas que viven en el medio rural?

¿O con estas palabras estamos ayudando a perpetuar estereotipos que no se corresponden con la realidad de quienes viven en el pueblo?

La identidad de quienes viven en el campo

Vivir en el campo no es sinónimo de ser tosco o de tener poco gusto. 

La industria del entretenimiento a menudo utiliza estos estereotipos rurales para caracterizar personajes. 

Estos rasgos, que sirven bien para series y películas donde no hay lugar para matices ni profundidad, perpetúan identidades rurales que no son ciertas. Y aunque la construcción de personajes se basa en los arquetipos desde hace siglos, esta caracterización, a menudo peyorativa, cala en un país en el que apenas se conoce la forma de vida del medio rural: más del 80% de la población española vive en zonas urbanas (según los datos de Naciones Unidas)

Los medios de comunicación deben aceptar su responsabilidad a la hora de perpetuar estos estereotipos que, como comentábamos en este artículo, pueden generar problemas de identidad en las personas que viven en el medio rural. 

La ciudad no es la cumbre

No tener habilidad para defenderse en ambientes urbanos es otra de las acepciones de las personas denominadas paletas.

Esta idea puede que lleve a muchos a recordar a Agustín, aquel personaje que encarnaba Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí, a su llegada a la estación de Atocha, en Madrid. 

Entender la ciudad como modelo del éxito nos ha llevado a estar hablando de despoblación y de España vaciada. 

Aquella migración que aumentó exponencialmente en los años 50, cuando las posibilidades de vivir en el medio rural escaseaban debido a la industrialización y a la mecanización de las tareas del campo, no se ha detenido aún. 

En el imaginario colectivo, la ciudad sigue siendo sinónimo de prosperidad y el medio rural de fracaso, aunque ahora mismo vivir y ganarse la vida en un pueblo es posible, tanto como vivir en la ciudad.

La idealización del campo es la otra cara de esta moneda y tampoco ayuda a derribar estereotipos. 

La idea de que el medio rural es la Arcadia, en contraposición a la vida ajetreada de la ciudad, ha dado lugar a la idea de escapada rural. 

Escapada, de escapar, de huir a un lugar mejor aunque sea por unos días, pero sin entender el medio rural al que decimos escaparnos ni colaborar realmente en su sustento. 

De esta manera se dan casos como el de Herrera de Ibio, donde se quisieron silenciar las campanas para contentar a los turistas, o todos los casos similares que se han visto a lo largo de los últimos años, como las prohibiciones de utilizar estiércol en ciertas épocas del año, o de que los animales lleven cencerros. 

Esta manera de no respetar la forma de vida del medio rural esconde una vertiente oscura: si la ciudad encarna el progreso, el medio rural es un medio de vida inferior que debe adaptarse a los requerimientos de quienes van de paso, de turismo, de escapada.  

Quienes viven en el pueblo no carecen de ideas ni de puntos de vista… 

… carecen de servicios y de infraestructuras que les permitan ofrecer esas ideas al resto de personas. 

Esto aísla las zonas rurales y las convierte, a los ojos de la ciudad, en burbujas a las que no ha llegado lo que se entiende por progreso. 

La brecha digital también juega un papel importante. El hecho de que 2 de cada 10 habitantes de la España rural no tenga acceso a internet hace que no puedan realizar muchas de las gestiones que en otro contexto se hacen en tiempo récord. Se trata de tareas de la vida cotidiana o de la gestión de negocios que se ven dificultadas por este inconveniente. 

En muchos casos, además, tampoco podrían aprender a hacerlas, aunque quisieran. ¿Cómo se aprende a sacar dinero de un cajero automático cuando hay 4.443 municipios en España que no tienen oficina bancaria? ¿Cómo reconducir a todas esas personas, muchas de ellas mayores, hacia la banca online?

Una red de servicios que pudiera igualar las oportunidades entre el campo y la ciudad permitiría derribar estereotipos que no concuerdan con la realidad de la identidad rural. 

Necesitamos caminar hacia una nueva narrativa rural

No se pueden desterrar las palabras que existen, pero sí discontinuar su uso cuando se utilizan de manera peyorativa. 

La identidad del mundo rural va mucho más allá de los estereotipos instalados en el imaginario colectivo y en el lenguaje. En este artículo hemos analizado dos, pero hay más

Es crucial para la pervivencia del mundo rural que podamos encontrar nuevas maneras de nombrar y narrar la vida en el pueblo como es. Ni falta de luces ni llena de sombras, sino como es en realidad. 

Para acabar, una última definición: la palabra estereotipo se define como «imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable». Pues bien, hagamos que esas narrativas sean mutables y cambien por completo. 

Para eso necesitamos aliados que quieran cambiarlas con nosotros, pero no solo con palabras, sino también con hechos. Aliados que nos ayuden a derribar los obstáculos materiales que hacen que palabras como paleto y pueblerino sigan utilizándose de manera generalizada y despectiva. 

En AlmaNatura buscamos aliados para cambiar estas narrativas, no solo con palabras, también con hechos. ¿Hablamos?

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