Hace unos seis meses, recién comenzada la incidencia del COVID en nuestro país, me atrevía a decir que en esta situación en la que vivimos, donde cada día es una incógnita, solo encontrábamos una certeza: pocas cosas volverían a ser como eran antes. Más de medio año después, y en pleno auge de la segunda ola del virus que tiene al mundo patas arriba, efectivamente casi nada está siendo como solía ser.
Antes o después, el cambio en nuestras mentes llegará también. La necesidad de adaptar nuestras expectativas, nuestras motivaciones y nuestros deseos a la realidad que nos rodea está ahí, solo tenemos que querer verlo. Nada volverá a ser como antes y, cuanto antes nos demos cuenta de ello y antes lo asumamos, mejor será. Si dejamos de pensar en lo que haremos “cuando todo pase” y nos ponemos en marcha para hacer todo lo que podemos hacer ahora, conseguiremos capear el temporal de una mejor forma, saliendo de él mucho más preparados. Cuando digo que nada será como antes, está en nuestra mano que el ahora sea mejor.
Y precisamente esto es lo que buscamos para el mundo rural. Como sabrán quienes nos leen asiduamente, en AlmaNatura no dejamos de ver oportunidades, hasta en esta situación. Tal como comenté hace un par de años, el rural es un espacio que brinda gran protección a nivel social, por lo que puede verse positivamente afectado por el salto al pueblo que muchas personas desean hacer después de vivir el confinamiento en una ciudad, donde la incidencia del virus y el colapso de los centros hospitalarios agrava una situación que ya de por sí es difícil.
Prueba de este salto del urbano al rural es nuestro proyecto Holapueblo, del que mi compañera Elena ya ha trasladado los resultados de la primera edición. Con la llegada de nuevos pobladores al rural, quizá sea el momento de repensar la ruralidad, de buscar nuevas formas de ser y vivir rural, más adaptadas a los nuevos tiempos, a las nuevas necesidades del planeta y su población.
Tradicionalmente, la ruralidad que conocemos es aquella que se relaciona íntimamente con lo agrícola, y relega al rural a un segundo (e incluso tercer) plano a nivel económico y social. Por ello hemos de establecer unos principios diferentes sobre los que construir una nueva ruralidad, que ponga los pueblos a la cabeza y que permita seguir frenando la despoblación, mientras se revaloriza su aportación social, económica y cultural en todo el país. Hoy me atrevo a lanzar algunas ideas sobre las que considero importante comenzar a construir esa nueva ruralidad que necesitamos:
- Colaboración rural-urbana. En el conjunto del territorio español, ni el rural está solo, ni el urbano puede sobrevivir por su cuenta. Crear una nueva ruralidad pasa por entenderse en una realidad compartida, basada en la colaboración entre una parte de la sociedad y la otra, en la que ambas partes se beneficien.
- Desarrollo de nuevas estrategias de empleo y emprendimiento. Si algo permite la transformación digital, es la posibilidad de desarrollar nuevos modelos de negocio casi en cualquier parte del planeta. Aprovechar esta realidad para diversificar la economía del rural sin que dependa tanto del agro, será una de las principales bazas de la nueva ruralidad. Ni que decir tiene que, incluso la agricultura y la ganadería pueden modernizarse gracias a ello, otorgando así mayor calidad de vida a sus promotores.
- Reverdecimiento de la economía. El modelo de vida rural tiene que ser referente en la economía verde. El entorno toma gran relevancia en nuestra forma de vida y su cuidado y explotación de forma sostenible debe ser el ejemplo sobre el que se sustente la economía. Si los pueblos son los que más sufren las inclemencias del cambio climático, los pueblos tienen que ser quienes abanderen la transformación del sistema económico que asegure un mejor futuro para todos y todas.
- Innovación social. Hacer lo de siempre nos dará los resultados de siempre. Si queremos una nueva ruralidad, tenemos que pensar en nuevas formas de construirla. La innovación debe ser el filtro con el que observemos, pensemos y planifiquemos cómo queremos que sean nuestros pueblos y comunidades rurales.
- Apertura e inclusión. Personas LGTB, migradas, racializadas, jóvenes e incluso mujeres en general, buscan lo urbano como sinónimo de liberación. No es necesario luchar contra la tradición tan arraigada en el mundo rural, tan solo hace falta abrirla a las nuevas realidades sociales y dejar espacio para que todas las personas puedan desarrollarse en el pueblo con libertad.
- Participación y co-creación. Una nueva ruralidad no puede darse sin las personas que la pondrán en marcha. Son necesarios más espacios de participación en los pueblos, donde todas las personas tengan voz y puedan disponer de las herramientas para contribuir a la ideación y co-creación del rural que quieren.
No sabemos a qué nos tendremos que enfrentar en los próximos meses o años, pero sí sabemos que está en nuestra mano prepararnos para que, los cambios que vengan, nos cojan sabiendo qué es lo que queremos. Debemos utilizar el punto de inflexión que nos ofrece la pandemia para repensar qué mundo rural necesitamos y establecer un plan de acción que nos ayude a alcanzarlo.